El huevo de chocolate significa el comienzo de la primavera, de la vida: un ciclo más. Los niños recién han vuelto a clases y por divagar quise volver a ver “Ser y Tener”, de Nicolas Phillibert.
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Es una película que representa el paso de una temporada a través del espíritu de un grupo de infantes franceses en pleno desarrollo formativo. La historia ocurre en tiempo cronológico y abarca el lapso de un año académico en una escuelita rural, en un lugar aislado de la gran ciudad, aparentemente al sur de Francia.
El profesor, único maestro y habitante de la escuelita, es el protagonista, hombre abnegado de vocación, paciente, cálido y sabio. Dará su trigésimo quinto y último año de clases antes de jubilarse. Aunque sublime, resulta prácticamente imperceptible el valor de su esfuerzo. Todo su afán consiste en encausar de la mejor manera los talentos de los niños hacia su propio desarrollo, talentos que sólo el tiempo se encargará de desplegar a cabalidad. Su mayor retribución, así como las estaciones pasan, es a ellos verlos crecer. Con trato personalizado y a paso de hormiga, este anónimo profesor realiza pacientemente su mayéutica labor. El sutil progreso del día a día, del grupo y de cada uno de los niños lo vamos atestiguando según nos dejamos embelesar por el encanto del suceder cotidiano de la película de Phillibert.
Las secuencias elípticas, que abundan en la puesta en escena de Phillibert, además de exponer un tránsito temporal, tienen una función marcadamente narrativa y expresiva. Porque el tiempo y el paso del tiempo, la llegada de las estaciones y los procesos de la naturaleza son contexto y protagonistas de este pequeño universo de escuelita rural que nos enseña a escucharlo, a verlo, a contemplarlo.
“Menos es más” parece ser la consigna de Phillibert. Sus recursos narrativos no son más que su cámara “puesta ahí”, el montaje en sí y el sonido directo (incluidos ambientes como pistas de wild y efectos sala), más una juguetona música, muy a tono con sus protagonistas infantes: su leit motiv de clarinete, violín y piano, que entra en algunas transiciones marcando atmósfera.
“Ser y tener (haber)” es un título que representa una hermosa metáfora, pues toda la riqueza de esta modesta y encantadora escuelita y de sus fantásticos personajes, no es algo que tiene que ver con el futuro de su desarrollo -aunque radicalmente así sea-, sino que un potencial que se alberga y cristaliza por fuerza en su propia actualización, en el arduo día a día, en el arduo minuto. Todo el potencial de un ser desarrollable, todo su tesoro, estriba en su volcarse hacia la actualización plena de su propia espiritualidad, en su regalarse a su aquí y a su ahora.
Tan sólo la mirada sencilla que nos ofrece la humilde recámara del tiempo de Phillibert.
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¿Se podrá sacar algo en limpio de aquí? me pregunto ilusoriamente, sin llegar a comprender del todo la relación entre el educar masivo y el que ocurre en esta pequeña historia, aun cuando la intuición me lo presente tan sólido y difuso a la vez…
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