Los últimos atentados a iglesias y capillas en La Araucanía revelan que los que están detrás de ellos no son mapuche. Es más, no les interesa para nada la causa mapuche. Atentaron contra el corazón de ese pueblo mayoritariamente cristiano. Quemar iglesias y capillas, tanto católicas como evangélicas, revela no conocer ni valorar nada del alma mapuche, religiosa y pacífica. Quienes recurren al terror y amedrentamiento en esa zona sólo se vuelven contra los intereses y legítimas demandas del pueblo mapuche. No lo ayuda en nada. Atornillan al revés, entrampan cualquier solución y real integración.
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A pesar de los notables esfuerzos de quienes siembran el terror por mantener esa zona sumida en la pobreza y abandono, el resto debemos trabajar por una real integración de un sector de chilenos que han sido desplazados por décadas.
La convivencia entre los varios “chiles” que pueblan este pequeño y angosto pedazo de tierra no da para más. Ya la sola referencia al “pueblo mapuche», haciendo un distingo entre «ellos y nosotros, habla de una desintegración nefasta, venenosa, sectaria, excluyente, que poco y nada ayuda para la creación de una sola e indivisa nación.
Un par de puntos, entre otros, que se podrían abordar con rapidez: un plan de empleo agresivo, audaz, generoso. Crear trabajo decente, de largo aliento. Ello inyectará vitalidad y energía a esa zona deprimida. Y mejorar la conectividad. Es lo que se hizo en Chiapas, Méjico, en que, mejorando los caminos, se sacó de la marginalidad a esa zona deprimida y aislada. Caminos son progreso. Se debería invertir tanto y más que en otras zonas de Chile, si queremos una real integración.
Pero no basta. La real integración pasa por una representatividad a nivel nacional ¿Cuántos mapuche tenemos en el Congreso? Ninguno. E incluso a nivel de municipios se ven pocos. Bueno sería una clara invitación -incluso un sistema de cuotas- en municipios e incluso el Congreso, en que se potenciara su participación e integración. Son medidas que requieren de una decidida opción. No se puede esperar a que se den solas.
Y yo iría más lejos. Buscaría la inclusión de símbolos y signos mapuche entre los símbolos patrios. La bandera mapuche ha ganado cada vez más espacio. Se la ve en autos, plazas y celebraciones ¿No será hora de integrarla bien? Nueva Zelandia realizó un plebiscito hace un año para cambiar su bandera nacional e incluir algún elemento del pueblo maorí, concretamente la hoja de helecho plateado, lo que sería el árbol del canelo acá. Aún no hay consenso, pero al menos el proceso de discusión, permitió una distensión y mayor conocimiento entre los distintos pueblos que conviven en esa variopinta isla, que ha sabido integrar, valorar al otro, y no dividir. Tanto está integrado, que el célebre himno de los All Blacks, equipo de rugby neozelandés, es el haka maorí, canto ancestral maorí.
La integración pasa por signos concretos y no buenas intenciones o kilos de papeles con proyectos y estudios que nadie lee. A ver si nos atrevemos.
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