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Cuando se comienza a estudiar economía se suelen plantear escenarios utópicos. El abstraernos de la realidad nos permite comprender mejor como se comportan las personas en la búsqueda permanente de satisfacer necesidades múltiples a partir de recursos escasos.
Es así como preliminarmente suponemos que en una economía existe «competencia perfecta», en la cual hay muchos compradores y vendedores, un producto similar e información perfecta, lo que permite que los precios se determinen tan sólo por fuerzas de oferta y demanda. La retórica es simple: a mayor cantidad de compradores aumentará el precio, mientras que a mayor cantidad de vendedores el valor tenderá a disminuir.
En la medida que profundizamos en el estudio de esta ciencia reconocemos la triste realidad: no existe competencia perfecta. La mala calidad no necesariamente conllevará la quiebra de una empresa y no está garantizado que a mayor cantidad de empresas los precios bajen.
Sin embargo, experiencias como Uber resultan casi inspiradoras, dado que nos evocan los principios fundamentales de una economía perfecta. No obstante, diversos agentes parecieran esmerarse para que la perfección siga siendo un anhelo lejano.
Uber es una aplicación que conecta conductores particulares con usuarios necesitados de transporte. En un universo paralelo podría llamarse «Taxi para todos». Su irrupción en el mercado chileno a puesto en jaque a taxistas establecidos y autoridades. Y es que esta app aparentemente ha provocado una disminución en la demanda por taxis convencionales, dados los menores precios y mejor calidad de atención. Esto ha molestado a los taxistas, quienes reclaman haber pagado impuestos y patentes por el derecho a operar de forma exclusiva. Dichos retrucos han encontrado eco en diversas autoridades.
Para muchos de los que estudiamos economía nos inspira el poder contribuir a un mayor bienestar de la sociedad. Sin embargo, reconocemos que para poder satisfacer de necesidades deben existir incentivos correctos para que empresas produzcan bienes o provean servicios. Es lo que llamamos «equilibrio».
Así muchas veces se justifica que el Estado legalice monopolios, como el servicio de agua potable o luz, para que las empresas se vean incentivadas a proveer. No obstante, los tiempos cambian y exigen que las políticas públicas también lo hagan. Antes CTC era la única compañía de telefonía fija, pero conforme las tecnologías posibilitaron menores costos de provisión, se determinó que ya no se justificaba que ésta fuese la única.
Al respecto Uber y Cabify parecen demostrar que su irrupción en el mercado favorece a los usuarios. Menores precios y mayor calidad son argumentos suficientes para sostener que la necesidad de transporte está mejor satisfecha que antes. ¿Acaso los taxistas dejarán de trabajar por la irrupción de Uber o Cabify?
Dado esto ¿Se justifica que el Estado prohíba la operación de Uber y Cabify? Será materia de estudio. Lo relevante por ahora es saber de que lado están nuestras autoridades: a favor de un monopolio obsoleto, o el mayor bienestar de la sociedad.
Matías Godoy Mercado
Director de Economía para todos – www.economiatodos.cl
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