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Robert Bezeau se cansó de la nieve de Montreal y de cargar todo el día con guantes, gorro y bufanda. Así que, hizo las maletas y se instaló en la paradisiaca y turística provincia de Bocas del Toro, en Panamá. Pero la realidad que se encontró fue bastante más desagradable que el frío.
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La exuberante selva panameña y las playas de postal yacían moteadas de un sinfín de residuos. La basura se acumulaba en las esquinas y los peces y las tortugas morían atrapados en los malditos y dichosos plásticos. Un escenario, desgraciadamente, mil veces descrito.
«Desde 2014 he recogido un millón de botellas de plástico. Estuve mucho tiempo pensando qué hacer con ellas hasta que un día me vino la inspiración», comenta a Efe este jubilado de 66 años que, antes de refugiarse en el Caribe panameño y de abanderar el ecologismo, ostentaba una fábrica de transformadores eléctricos.
La mañana del 5 de agosto de 2015 Robert se despertó decidido a poner en marcha el proyecto que se le acababa de aparecer en un sueño: «Construir una aldea para vivir dentro de lo que se consume y se tira a la basura».
Así nació Plastic Bottle Village, un ecopoblado en el que se usan botellas de plástico rellenas de arena en vez de ladrillos.
El procedimiento, según Robert, es relativamente barato y sencillo: las botellas se meten en estructuras metálicas, se cubren de cemento por los dos lados y, voilà, una casa ecológica, fresca y a prueba de terremotos.
«Es una técnica de construcción revolucionaria y, sobre todo, verde. Aunque cueste creerlo, estas casas son más frescas porque las botellas de plástico actúan como aislantes. Cuando la temperatura fuera supera los 40 grados, en el interior de estas casas no se llega a los 30», explica el empresario reconvertido en ecologista.
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El equipo de Plastic Bottle Village está promocionando la comunidad en las redes sociales, en distintas ferias inmobiliarias y en plataformas de crowdfunding como «Go Fund Me».
«Es una aldea para personas que se preocupan por el mañana y quieren ayudar al planeta», explica en un correo electrónico. Ubicado en un terreno de más de 330.000 metros cuadrados en Isla Colón, la más importante y habitada de Bocas del Toro, el proyecto incluye en total 120 viviendas, de las que ya se han construido tres.
«Si te pido que saques de tu casa todo el plástico, lo más probable es que se te quede vacía y que te termines incluso desnuda, porque mucha de la ropa que llevamos está hecha con plástico. Antes vivimos la era de piedra y de hielo, hoy nos toca vivir en la era de plástico», apunta el canadiense.
El poblado, todo un paraíso para hippies y amantes de la vida tranquila, contará también con una tienda, un huerto, una ecoescuela y diversos parques para practicar yoga y actividades al aire libre. «Las hormigas crean sociedades donde hay comunicación, cooperación y el trabajo está bien dividido.
En Plastic Bottle Village aspiramos a reunir a un colectivo de mentes y cuerpos que quieran trabajar juntos para crear conciencia sobre la reutilización y tratar de solucionar el problema mundial del plástico», reconoce Robert. Panamá ostenta en la actualidad dos récords regionales, uno que le enorgullece y otro que le saca los colores.
Es el país con el mayor crecimiento económico de Latinoamérica, pero también el que genera más residuos per cápita. Según la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (Ancon), cada panameño produce al final del día 1,2 kilogramos de basura, en su gran mayoría plásticos. La iniciativa ha tenido «muy buena» acogida entre la población local quizá porque son conscientes de que, como la cosa siga igual, el paraíso que conocen podría tener los días contados.