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El candidato republicano Donald Trump y los demócratas Bernie Sanders y Hillary Clinton tienen un punto en común en la campaña presidencial: orgullosos de decirse neoyorquinos, afirman en voz alta su amor por la ciudad más grande de Estados Unidos antes de las elecciones primarias del martes.
Los tres defienden los «valores» de la Gran Manzana denigrados por el republicano Ted Cruz e insisten en sus vínculos con la ciudad, la elogian sin cesar y degustan sus especialidades. Pero son neoyorquinos muy diferentes entre sí.
– DONALD TRUMP:
Hijo de un rico promotor inmobiliario, el multimillonario de 69 años creció en una casa de 23 habitaciones y nueve baños en un barrio coqueto de Queens (noreste), donde nació.
Su padre le dio un millón de dólares para lanzarse como empresario. En lugar de construir casas para la clase media en Queens o Brooklyn (sudeste) como hacía él, eligió levantar torres de lujo en Manhattan, donde hizo fortuna, así como casinos y campos de golf.
Durante diez años se atrevió a participar en el reality show «El aprendiz», lo que acrecentó su fama.
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«Adoro esta ciudad, adoro esta gente», declaró recientemente en una reunión en Long Island.
El candidato republicano, cuyo nombre en letras doradas adorna sus torres y hoteles, nunca deja pasar la oportunidad de saludar los valores de Nueva York, asociados para él a los atentados del 11 de septiembre, cuyo museo visitó hace poco.
«En nuestras horas más oscuras como ciudad, hemos mostrado al mundo lo mejor de lo mejor en términos de coraje y corazón», declaró el jueves en una gala republicana, elogiando la energía de los neoyorquinos.
Incluso durante la campaña, le gusta volver a dormir a su casa en la lujosa Trump Tower de Manhattan.
– BERNIE SANDERS:
«Muy orgulloso de haber nacido en Nueva York». Bernie Sanders, de 74 años, cuenta que su padre, un judío polaco, llegó a Estados Unidos sin un centavo a los 17 años.
Nacido en Brooklyn, creció en un apartamento de tres habitaciones en un pequeño inmueble de ladrillo, frecuentó la escuela pública del barrio y pasaba mucho tiempo jugando en la calle.
Recientemente organizó uno de sus actos de campaña cerca de ese edificio y comió un hotdog ante las cámaras en la popular playa de Coney Island.
A Sanders, actual senador por Vermont (noreste) le gusta recordar que su mujer Jane también nació en Brooklyn, y que Hillary Clinton es solo neoyorquina por adopción.
Sin embargo, él mismo demostró hace poco que lleva mucho tiempo fuera de la ciudad, ya que todavía pensaba que era necesario utilizar una ficha para viajar en el metro, un sistema abandonado en 2003.
Es que luego de sus estudios, e incluso si conserva su acento de Brooklyn, Bernie Sanders abandonó de manera definitiva Nueva York en 1968 para instalarse en el pequeño Vermont, donde inició su carrera política convirtiéndose en alcalde de Burlington en 1981 por diez votos de diferencia.
– HILLARY CLINTON:
Nacida en Chicago (Illinois, norte), se convirtió en neoyorquina de manera tardía. Senadora por el estado desde 2001 a 2009, tiene una casa en Chappaqua, una hora al norte de Manhattan, que compró en 1999 para poder ser candidata.
Como senadora, recorrió todos los rincones de este vasto estado que llega hasta la frontera con Canadá. «Conozco el estado mucho mejor» que Sanders, recuerda.
Le gusta decir «nosotros» cuando habla a los neoyorquinos, a los que agradece a menudo «haberle dado una oportunidad». También afirma que siempre tendrán su apoyo y saluda los valores de la ciudad, que quiere llevar a la Casa Blanca.
Resuelta a mostrar que es una verdadera neoyorquina, tomó recientemente el metro, pero tuvo que probar cinco veces hasta hacer funcionar su tarjeta magnética. Degustó incluso una «cheesecake» (tarta de queso), pastel cuyo origen se atribuye por error a Nueva York.
Hillary, tras su casamiento, vivió en Arkansas (sur), donde su marido era gobernador, y luego en la Casa Blanca cuando Bill Clinton fue presidente, entre 1993 y 2001.
En Nueva York, prefiere trabajar más bien en Manhattan que en la sede de su campaña en Brooklyn, aunque no duda en decir que le gustaría que Trump «salga de una de sus torres y camine por la calle».
PUB/IAM