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“Espero que mis compatriotas y la historia me muestren como un demócrata, un chileno abierto al pluralismo, impulsor de la justicia social y defensor de los derechos humanos”. Esto decía Patricio Aylwin Azócar al diario El País de España en 2012. Tenía 93 años, vivía apartado del mundo político pero estaba muy al tanto de lo que sucedía en Chile. Su liderazgo en un momento clave y delicado de la historia moderna del país lo llevó a ser considerado como una de las figuras más importantes tanto de la Concertación como de la transición.
“Sin duda que Aylwin va a pasar a la historia por su rol durante la transición”, dice Fernando García Naddaf, cineasta político y director del Magíster en Política y Gobierno de la Universidad Diego Portales. “Fue una figura que en su momento dio estabilidad, gobernabilidad y que unió a enemigos en una sociedad que venía fragmentada, todo eso por su liderazgo, que nadie más tuvo”. Y agrega: “También ayudó al diálogo entre las alas extremas de la Concertación, el Partido Socialista y la Democracia Cristiana”.
Similar opinión tiene Carlos Huneeus, director general de Instituto de Sondeo de Opinión del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Católica. “Fue una figura de integración entre dos bloques enfrentados. Tuvo mucha visión de su momento histórico”.
Pero en 2011, en pleno auge de las protestas estudiantiles, la sociedad chilena cuestionó al modelo económico y social del país, y las críticas le cayeron encima. Principalmente, por haber liderado una transición que a vista de los jóvenes, fue tibia. Además, aún se le recuerdan sus dichos al diario estadounidense The Washington Post: “si tuviera que elegir entre una dictadura marxista y una dictadura de nuestros militares, yo elegiría la segunda”.
“Es legítimo que haya posturas distintas frente a un momento histórico, sobre todo cuando la Concertación entraba en su momento de mayor debilidad”, dice García Naddaf. “Hoy, un liderazgo como el de Aylwin no funcionaría, pero en su momento sí lo hizo. Fue capaz de articular un diálogo entre los militares, la sociedad civil y sectores marxistas, una cosa impensada en su momento”, agrega.
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Durante su gobierno, siempre habló de “buscar la justicia en la medida de lo posible”. “Usé esa frase, y la puse en práctica, con el fin de crearle consciencia a la gente de que no era cuestión de que nosotros llegásemos y que al día siguiente hubiese democracia para todos, sino que era un proceso. Y que este proceso seguía con el ex dictador de comandante en jefe del Ejército”, dijo Aylwin al diario El País de España en 2012.
Su experiencia durante el gobierno de Salvador Allende y la dictadura de Augusto Pinochet le dijo, según explicó en la misma entrevista al diario español, que lo mejor era hacer que la transición no fuese abrupta para no abrir aún más las grietas de la sociedad chilena de inicios de la década de los noventa; si bien Pinochet fue un dictador, salió de La Moneda con poco más de un 44% de apoyo.
Aún así, un mes después de haber asumido el primer gobierno democrático después de 17 años de dictadura, encargó al jurista Raúl Rettig encabezar la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, cuyo objetivo era recopilar información sobre las violaciones sistemáticas a los derechos humanos ocurridas durante el gobierno militar. Lo hizo, a pesar de que sus asesores le aconsejaban lo contrario, y a pesar de que Augusto Pinochet seguía respirándole en la nuca, desde una comandancia en jefe del Ejército asignada por la Constitución de 1980.
El momento de tensión máxima durante su gobierno ocurrió el 28 de mayo de 1993. Unos días antes, el diario La Nación titulaba en portada “Reabren caso cheques del hijo de Pinochet”. Entones el comandante en jefe del Ejército se reunió con oficiales escoltados por soldados armados y vestidos para el combate en el Edificio de las Fuerzas Armadas, a 200 metros de La Moneda. Pinochet le recordaba así a Aylwin que la transición democrática era vigilada de cerca. El conocido “Boinazo”, para Carlos Huneeus, fue “como un golpe de Estado que no fue rechazado en su momento por la oposición”.
“Su imagen ha sido truncada con el paso del tiempo”, dice Carlos Huneeus en relación a su rol durante la transición. “Además de tener a Pinochet como comandante en jefe del Ejército, las autoridades judiciales habían sido designadas por la dictadura, por lo que no iban a aplicar la ley de forma rigurosa”, agrega. “Sin duda, Aylwin va a pasar a la historia por su rol durante la transición”, dice Fernando García Naddaf. “Su liderazgo lo consolida como una de las figuras relevantes de la historia de Chile”.
PUB/FHA