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Las autoridades mexicanas elevaron el jueves de 13 a 24 los muertos por la fuerte explosión registrada el miércoles en una planta petroquímica copropiedad de la estatal Pemex y bajaron de 18 a 8 el número de desaparecidos, cuyos familiares esperaban angustiados noticias suyas.
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El director general de Pemex, José Antonio González Anaya, informó del nuevo balance de fallecidos después de que las autoridades pudieran acceder finalmente al interior de la siniestrada planta de Pajaritos, ubicada en Coatzacoalcos, Veracruz (este).
Con unas ligeras nubes negras y blancas aún humeando sobre el complejo, unos 300 familiares se concentraron a lo largo del día frente a la planta -muchos protegiéndose con mascarillas del fuerte olor a químicos- mientras esperaban que el centenar de militares que custodiaban el recinto les dieran paso para saber qué había pasado con sus seres queridos.
Un grupo de mujeres rezaba el rosario frente a un panorama desolador: calderas calcinadas, estructuras de metal retorcidas por el fuego y un edificio de oficinas de cuatro plantas con los cristales rotos y el mobiliario revuelto.
«Queremos que nos los entreguen, que no lo hagan perdedizo», decía a la AFP Guadalupe Torres que, con ojos llorosos, explicaba que no sabía nada de su hermano Fernando, un joven de 21 años que cumplía su última semana de trabajo en esa planta conocida como Pajaritos y que opera la empresa privada mexicana Mexichem.
Por momentos, los militares luchaban por contener a los civiles, cuyas reclamaciones mezcladas con llantos se agudizaron cuando llegaron camionetas de servicios periciales y vehículos castrenses.
«No sabía yo que estaba tan peligroso… Si lo hubiera sabido, no lo dejaría ir, lo hubiera venido a traer», explicaba como podía en español Araceli Cordero, una indígena que viajó desde Chiapas (sureste) para saber qué había pasado con su hijo Víctor, que a sus 21 años estaba trabajando en la planta colocando andamios.
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– «Volaban los cuerpos» –
La fuerte explosión ocurrió en la tarde del miércoles, causando pánico entre la población de Coatzacoalcos y dejando 136 trabajadores heridos con quemaduras y contusiones, de los cuales 19 siguen hospitalizados, 13 de gravedad.
Un superviviente, que prefirió guardar el anonimato por temor a represalias, relató a los periodistas que había unos 300 trabajadores en el momento de la explosión y que la fuga comenzó por la mañana, unas cinco horas antes del estallido fatal. «Estaba en la parte de atrás cuando se vino la primera explosión. Vimos cómo los vidrios se colapsaban, los fierros cómo se doblaban porque es un material viejísimo. Con la segunda explosión, vi cómo volaban los cuerpos desde los andamios», añadió antes de romper a llorar por sus compañeros.
José Antonio Galicia, empleado de una firma contratista del complejo y que estaba a unos metros del centro del estallido, denunció que la planta «avisó» porque venía registrando fugas desde semanas atrás.
«La causa fue una fuga. La pregunta es por qué se escaparon esos gases de los contenedores. Todo indica que fue un accidente», dijo a Radio Fórmula el director general de Pemex.
El presidente Enrique Peña Nieto recorrió el sitio de la explosión el jueves por la tarde, después de haber presentado sus condolencias a los familiares.
– El historial negro de Pemex –
La explosión se registró en torno a las 15H15 locales (20H15 GMT) y estremeció una amplia zona de Coatzacoalcos, desencadenando escenas de pánico y obligando al desalojo de unos 2.000 pobladores, que regresaron a sus hogares el mismo miércoles, tras descartarse riesgos de contaminación.
La vida en Coatzacoalcos, de unos 235.000 habitantes, volvía a su normalidad en la mañana del jueves, con comercios abiertos y automóviles transitando por las calles, aunque las clases fueron suspendidas.
En los últimos años, se han registrado distintos percances en instalaciones de Pemex, ya sea por accidentes dentro de las plantas o por explosiones en ductos de gasolina perforados por grupos criminales que trafican este combustible.
Uno de los siniestros más aparatosos se registró en enero de 2013, cuando 37 personas murieron por un estallido en la sede de Pemex en Ciudad de México.
En septiembre de 2012, una explosión de gas en una planta en la ciudad de Reynosa (Tamaulipas, noreste) dejó un saldo de 30 trabajadores muertos.
Pemex, que ha sido durante años primordial para la economía mexicana, ahora aporta poco menos del 20% a los ingresos del país y afronta la caída de los precios internacionales de petróleo, el robo de combustible por parte del crimen organizado y una drástica bajada de su producción, de 3,4 millones de barriles diarios en 2004, contra 2,2 millones en 2015.
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