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Este sábado se realizó la premiación a los autores de los cuentos seleccionados como los mejores, de la decimoquinta versión del concurso Santiago en 100 Palabras, instancia que recogió más de un millón y medio de relatos relacionados con la vida cotidiana.
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La inciativa organizada por la productora Plagio dio por ganadora a Arelis Uribe, de 29 años, quien escribió un cuento llamado “Lionel”, el que trata sobre la vida de un hombre que cambia de ciudad.
El segundo lugar fue otorgado a Francisco Javier Ide Wolleter, con el cuento “El Secreto”, y en tercer lugar quedó “Soledad de lavandería”, de Paulo Roberto Correa.
En otras categorías los ganadores fueron:
-Talento juvenil: “Universo paralelo”, de Benjamín Cifuentes Osses.
-Talento joven: “Aún en color”, de Paula Alonso Reyes.
-Talento Breve: “Lola, por qué tan sola”, de Ivana González Araos.
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-Talento mayor: “El pluma”, de Jorge Sariego Mac-Ginty.
-Mención Honrosa: “Amor invisible”, de Diego Figueroa Sánchez; “Verano”, de Emilio Caviedes Olivares; “Compras”, de Alejandro Ávila Moreno, y “Golpecito de Estado”, de Natalia Muñoz Castillo.
A continuación, todos los cuentos premiados.
“Lionel”
Primer lugar
Lionel aprendió a nadar solo, tirando el cuerpo a los ríos de la Araucanía. Estudió internado en el liceo y se tituló de contador en un pueblo donde la única empresa era un supermercado chico. Migró a Santiago para entrar al Ejército. Al final, se convirtió en guardia y trabaja de lunes a sábado en la farmacia de un mall. Arrienda una pieza en un cité de Mapocho. Algunas noches fuma parado en el borde del puente, tirando las colillas a la corriente del río. (Arelis Uribe Caro, 29 años, Providencia).
“El secreto”
Segundo lugar
Cuando adolescente pensaba que el mundo estaba hecho de una trama que había que reconstruir. Creía que había un secreto, un sentido oculto, y que estábamos llamados a descubrirlo. Hice dos cosas: (1) salí todos los viernes, sábados y domingos a la calle y seguí al azar a un perro; (2) llamé a todos los números de teléfono que la gente anotaba en los baños públicos. Recorrí muchas calles y mantuve muchas conversaciones. El secreto que descubrí estaba en las patas de los perros y en la voz de las personas. (Francisco Javier Ide Wolleter, 26 años, Ñuñoa).
“Soledad de lavandería”
Tercer lugar
Aquí no hay sistema de reserva ni espacio para dudar, lo que importa es llegar primero. Voy a secar mi ropa y de paso mirar por la ventana. Piso 27, subo de madrugada para evitar a otros. La lavandería está cargada de humedad y huele raro, hay manchas en la pared y ruidosos ciclos de lavado y secado estremecen mis oídos; nada de eso importa. Yo prefiero estar aquí, es menos pretencioso que los miradores con sus enamorados y atardeceres. Yo prefiero esta ventana, solo ante la noche entre el ruido, la humedad y las luces titilantes de la ciudad. (Paulo Roberto Correa Vargas, 33 años, Santiago).
“Universo paralelo”
Talento infantil
A veces cuando estoy viendo televisión con mi mamá, pienso que hay una clase de universo paralelo y que hay otro Santiago y otro yo mirando el cielo pensando lo mismo que yo o un mundo donde todo es lo contrario. (Benjamín Renato Cifuentes Osses, 11 años, Maipú).
“Aún en color”
Talento joven
Estoy en un pasillo del colegio con un grupo de compañeros, nos reímos, no sé bien de qué, pero aun así me río. De pronto me doy cuenta de que no debería reírme, porque es infantil reírse sin razón, me siento inmadura, creo que voy a explotar. Pero veo las anchas sonrisas y brillantes ojos de mis compañeros, entonces me río con fuerza. Ellos me miran y se ríen conmigo. Pasa un inspector frente a nosotros, mira detenidamente y no se ríe. Yo lo miro y me río, me río porque puedo y porque temo alguna vez ya no poder. (Paula Alonso Reyes, 15 años, Puente Alto).
“Lola, por qué tan sola”
Talento breve
Mi mamá me dejó al cuidado de mi tío. Guardé silencio como de costumbre. (Ivana Victoria González Araos, 16 años, Quilicura).
“El pluma”
Talento mayor
Era zurdo y delgado como látigo. Con dedos largos y reflejos de gato, trabajaba alivianando incautos en las calles de la ciudad. Si había que correr, cortaba el aire con su perfil afilado, pero acorralado se terciaba decidido con la izquierda armada. No sabía escribir, pero daba todo por la Paty y el Manuelito. Largos años después, un mediodía otoñal fue fotografiado, ya canoso, en el paseo Ahumada. Dos carabineros lo flanqueaban. Traía las manos impedidas y la boca sangrando, pero caminaba erguido y con la mirada alerta. (Jorge Rafael Sariego Mac-Ginty, 71 años, Casablanca).
“Amor invisible”
Mención Honrosa
Le tomé la mano, se la solté. Rocé sus dedos y los alejó. Nosotros temiendo lo peor, mientras allá en la puerta del metro, una niña y un niño se tragan mutuamente. (Diego Ignacio Figueroa Sánchez, 23 años, Puente Alto).
“Verano”
Mención Honrosa
Rodeada de jóvenes con hawaianas, trajes de baño y poleras multicolores, la acalorada niña se imagina llegar al mar caminando por la calle Puente. (Emilio Osvaldo Caviedes Olivares, 45 años, La Florida).
“Compras”
Mención Honrosa
La multitud se aferraba a la cerradura dorada y sucia de la puerta de vidrio. La puerta estaba tensa y desesperada. El guardia tenía los ojos vidriosos y el aliento a piscola. La liquidación de verano había comenzado. (Alejandro Antonio Ávila Moreno, 45 años, Salamanca).
“Golpecito de Estado”
Mención Honrosa
Sabíamos que los de la mesa del lado eran militares retirados. No todos, sólo los que hablaban más incoherencias sobre glorias pasadas. Pidieron banderas y chupallas como cotillón y se pararon a hacer el trencito engalanados como si fueran las Fiestas Patrias. Era inquietante ver sus rostros borrachos, oír sus risotadas, verlos bailar usando servilletas como pañuelos. Se dieron una vuelta completa por el comedor del hotel bailando, volvieron a sentarse y pidieron otra botella de vino. Ganaron el premio a la mesa más alegre y yo sentí que por unos minutos hubo un golpecito de Estado en el matrimonio. (Natalia Muñoz Castillo, 30 años, Santiago).
“Distancia”
Mención Honrosa
Vicente sabe lo difícil que es un amor separado por la distancia. Sin embargo, insiste en escribir cartas para arrojarlas al primer piso del edificio, porque sabe que en algún minuto la niña de abajo las recogerá aunque estén manchadas y desteñidas. (Leonardo Andrés Rebolledo Corvalán, 35 años, Ñuñoa).
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