En 2011, Sebastián Brahm estrenó su primer largometraje como realizador, «El circuito de Román», exhibido en festivales como Valdivia y Toronto y que causó una excelente impresión por la enigmática propuesta de su argumento y puesta en escena, atípica en el cine chileno.
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Brahm, quien también ha destacado como guionista, montajista e incluso actor -su protagonista en «Soy mucho mejor que voh» quizá era insoportable por su personalidad, pero a la vez lograba hacerse inolvidable y generar lazos con el espectador- estrena ahora su segunda película, que el año pasado tuvo su premiere mundial en el Festival de San Sebastián, también compitió en Valdivia y llega finalmente a la cartelera local.
«Vida sexual de las plantas» también aborda una historia que a pesar de sus elementos cotidianos y reconocibles en la vida real, no se ve a menudo en nuestra cinematografía.
La protagonista es Bárbara, una joven profesional a la que parece irle excelente en todo: le gusta su trabajo como paisajista, hace deporte y actividades al aire libre, tiene una armónica relación con el abogado Guille, y sólo parece estar pendiente la maternidad. Pero cuando éste sufre un accidente que no tiene consecuencias graves pero sí lo deja con complejas secuelas, la relación inevitablemente comienza a experimentar fisuras, y Bárbara debe asumir decisiones, cambios y perspectivas que antes no habría considerado en otras circunstancias.
Demostrando capacidad de observación y sentido de los detalles, a nivel narrativo y de puesta en escena, Brahm asume meritorios riesgos. Su exploración de un personaje femenino en un momento de decisión ahonda en las zonas grises y menos gratas, y es un acierto gracias a la sólida y sensible actuación protagónica de Francisca Lewin, muy bien secundada por Mario Horton en un personaje complejo e incluso ingrato; ambos asumen sus personajes con naturalidad y entrega, incluyendo las escenas de sexo, y los altibajos en su relación van quedando al descubierto no sólo en sus diálogos, sino además en las miradas, gestos y silencios.
Destaca también la mirada urbana y el paso de las estaciones que acentúa la fotografía de Benjamín Echazarreta y Sergio Armstrong, que contribuye a la atmósfera que desarrolla el filme, en la que si bien de vez en cuando surgen esporádicos momentos de humor, paulatinamente va predominando un tono triste e incluso melancólico que también influye en el ritmo.
Por sobre todo, «Vida sexual de las plantas» es valiosa como retrato de un doloroso e íntimo proceso de búsqueda que incluye aciertos, dudas y errores, y su enfoque en las relaciones humanas y los temas de pareja logra conmover y resonar en el espectador, algo que pocas películas chilenas consiguen de manera madura y convincente
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«Cuando respiro»
Con probada experiencia como montajista en documentales como «Allende mi abuelo Allende», en este segundo largometraje como directora -que ya tuvo su preestreno el año pasado y se ha estado exhibiendo en festivales y un circuito de escuelas, universidades y salas de todo el país-, Coti Donoso registró a lo largo de casi una década los perniciosos efectos que la contaminación ambiental produce en los habitantes de Santiago.
A lo largo de poco más de una hora, el documental refleja no sólo los cuestionamientos a las autoridades y sus medidas que no muestran resultados concretos, así como al implacable crecimiento inmobiliario, sino además permite apreciar los cambios en la capital.
Siempre mostrando cómo esto repercute en la gente -los rostros-, el filme se focaliza en tres personas: un dirigente comunal, el conocido activista Luis Mariano Rendón y las reflexiones poéticas del reconocido escritor y Premio Nacional Armando Uribe.
Como era de esperar, «Cuando respiro» tiene un eficaz montaje y además aprovecha buenas imágenes de archivo; aunque no llega demasiado lejos y se echa de menos en su denuncia mayor profundización y unidad narrativa, al menos es válida por mostrar una realidad ineludible, generar reflexión y posibles debates. Y ojalá, también despertar conciencias.
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