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Según la Ley vigente en Chile desde octubre del 2013, toda persona mayor de 18 años es considerada como donante una vez fallecida, a no ser que se manifieste en vida la voluntad de no serlo la cual debe realizarse ante notario, para que sea notificado al Servicio de Registro Civil.
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En Chile -hasta la fecha- 10 mil 335 chilenos han hecho los trámites para manifestar su opción de no donar sus órganos. Estos se distribuyen entre 164 comunas a lo largo del país donde Talca lidera la lista con 1.233 personas que firmaron como no donantes, con Santiago (607) y Cauquenes (558) en segundo y tercer lugar. Pero, ¿Por qué esta ciudad y comuna de Chile tendrá tanto rechazo hacia este gesto? ¿Qué pasó que tantos talquinos decidieron tomar esta decisión?
Que esto ocurra en Talca no deja de ser llamativo, por varios factores y antecedentes. Quizás el más importante es que en Chile, el Día Nacional del Donante de órganos se realiza el 27 de septiembre en honor a precisamente: una talquina. Pamela Toledo Ortiz, fue la primera donante de órganos pediátricos en el país, luego de que ella el manifestara a su madre, a sus cortos 12 años, que quería donar sus órganos. La menor sufrió un accidente cerebro vascular (ACV) y tras él, su familia decidió respetar su decisión donando sus riñones.
Paradójicamente, a 21 años después de la muerte de Pamela, la gente de su natal Talca es la que más se opone a donar sus órganos en todo el país.
Sumado a esto está el recordado del pequeño Felipe Cruzat, quién murió esperando un trasplante hace algunos años, el cual tuvo una oportunidad con el corazón de una mujer de 44 años que falleció de una muerte cerebral en el Hospital de Talca. Pero fue ahí, en la misma ciudad, que la familia de la mujer decidió no donar sus órganos argumentando motivos religiosos, quitándole a Felipe en ese momento, una oportunidad para vivir.
¿Por qué los talquinos no quieren donar sus órganos?
Según las cifras entregadas por el Servicio de Salud Maule, en la región el 70% de las familias decide no donar los órganos, a pesar de que su pariente en vida eligió ser donante. Eso, en una región donde hay alrededor de 150 personas esperando por un potencial trasplante, con un gran porcentaje de menores de 15 años entre ellos, los cuales son derivados al hospital Luis Calvo Mackenna en Santiago.
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Según Nicol Bravo, enfermera a cargo del programa de trasplante y diálisis del Hospital de Talca, la realidad del trasplante de órganos en la ciudad ha cambiado radicalmente desde el terremoto que afecto a la zona centro sur del país el 27 de febrero del 2010. Primero, por un tema de infraestructura, pero luego de reactivado el programa de trasplante, también ha sido «por una desconfianza generalizada» entre los habitantes.
“Previo al terremoto habían entre 10 y 12 donantes cadáver -nombre que se le da a quiénes donan tras estar fallecidos- pero luego de seis años esta cifra se ha reducido a cero. En nuestros mejores momentos en el hospital se hacían hasta 24 trasplantes al año entre donantes fallecidos y donantes vivos (familiares que donan en vida órganos como el Hígado o Riñón), pero ahora solo se hicieron 3 trasplantes el 2014 con donante vivo, el 2015 solo uno y este año no hemos tenido ninguno, a pesar de que se ha impulsado con fuerza una campaña de información sobre el tema”, clarifica Bravo.
Afirma que es preocupante la desconfianza y los mitos que rondan en torno a la donación y que esa podría ser la causa de por qué la cifra de no donantes es tan alta en Talca. “La gente tiene que entender que existe un organismo independiente en nuestro país que es el Instituto de Salud Pública (ISP), que designa de acuerdo a parámetros establecidos quién es la persona más compatible para optar a un trasplante. No es el hospital, no es el médico, nadie decide quién va a recibir o no un órgano, ni le van a quitar a alguien la opción de vivir porque su condición es más crítica, para que otro viva. Eso es falso y al final solo promueve que la gente se niegue a donar”, explica la enfermera.
“La confusión en estos casos puede deberse a que las personas creen que alguien está vivo cuando sufre muerte cerebral, sin entender que en ese estado ya los pacientes están fallecidos, no van a despertar, no tienen funciones cerebrales activas y apenas sus órganos dejen de recibir corriente sanguínea su cuerpo también morirá. Las donaciones de órganos son actos de amor, de generosidad, entendemos su dolor, pero también ellos deben entender que pueden mejorar el futuro de alguien que intenta sobrevivir”, agrega.
Sobre la disminución de los donantes en la ciudad, específicamente sentencia que “en el programa de trasplante hemos notado una disminución notoria. En el último tiempo las únicas opciones viables han sido donantes vivos, que son familiares o cercanos que son compatibles para donar algún órgano con el riesgo que eso les implica. Antes teníamos muchos donantes fallecidos y pocos en vida y ahora esto se invirtió”. Además la profesional agrega que “la tasa de negación familiar ha aumentado notoriamente con el tiempo. Muchos de los potenciales donantes que han existido en la UTI, no han llegado a serlo porque la familia se opone incluso en casos de personas que estaban inscritos como donantes, y en muchos casos también por opción religiosa”.
Finalmente agrega que “uno no puede decirles a los familiares que la persona tenía disposición de donar y discutirles su decisión, eso sería pasar a llevar su dolor y sería crear un conflicto innecesario que solo aumentaría la desconfianza que hoy existe. Por eso es importante que esto se converse en familia, para que el número de no donantes disminuya y no aumente».
Por otro lado el Dr. Miguel Bustamante, académico de la Universidad de Talca y con diversos estudios en torno a la donación de órganos, explica que desde el 2009 los datos son similares, existiendo mayor disposición a la donación de órganos por parte de los jóvenes al estar más informados del proceso de donación de órganos y mayor rechazo en gente de mayor edad.
Señala que según sus estudios, las personas muchas veces se dejan influir por lo que aparecen el el cine y las producciones de ficción en TV que muestran «recuperaciones milagrosas».
«Las personas tienen miedo de pensar en el panorama de dejar de estar vivos y perder cualquier posibilidad de seguir viviendo, porque no saben que la muerte cerebral es irreversible y creen que si su cuerpo respira aún, van a perder esa oportunidad de sobrevivir. Y también aplican lo mismo a sus familiares. Eso reafirma que ellos decidan también no donar los órganos de sus parientes aunque ellos hubieran tomado la opción de sí hacerlo”, dice.
“Creo que los números de no donantes en Talca son importantes, y en lo que yo he estudiado he visto que si bien muchas de las personas se muestran indiferentes, más de un 30% no quiere estar disponible para donar, lo cual es bastante. Más si le sumamos que al 70% restante muchos no donan por opción de sus familias tras su fallecimiento. Hay una especie de temor de perder la vida y eso se debe mucho también a la influencia de los medios”, remata.
PB/MC