La dictadura fue exitosa. Terminó hace 26 años, pero aún su orden político y económico nos persigue y lo que es peor, nos define.
PUBLICIDAD
Seguimos desconfiando de lo colectivo y comunitario. Desconfiamos de lo público. Creemos que hay que «rascarse» con las propias uñas, que si cedo mi individualidad iré a pérdida, que sólo lo privado, lo mío, lo propio, vale la pena.
Mucho de esto está hoy en juego. Mucho de esto es lo que hoy se discute respecto a la reforma laboral. La dictadura logró instalar la «sospecha» hacia los sindicatos, cimentó el «camino propio» como el camino correcto. Nos convenció que en comunidad no se hacen las cosas, que se hacen en solitario, compitiendo con todos y sin mirar hacia atrás.
¿Pero realmente alguien puede creer que en comunidad se pueden lograr menos cosas que en solitario? ¿De verdad creemos que negociando solos con un empleador podemos equilibrar la cancha y no en conjunto? ¿Qué la comunidad influye menos que un único? Ahí está uno de los éxitos de la dictadura. Convencernos que estamos solos en esto.
La resolución del Tribunal Constitucional de objetar la titularidad sindical y algunos aspectos de la extensión de beneficios, afecta el principio fundante de la reforma laboral. Justamente en esos capítulos se buscaba fortalecer al sindicato, al colectivo, para darle más poder a la hora de negociar. Sin esos aspectos, esta reforma laboral – que ya era bastante limitada y mínima- pierde todo su impacto.
¿Por qué hoy los sueldos de Chile son tan bajos? ¿Cómo es que nos quedamos tan tranquilos con que el 50% de los chilenos gane hasta 260 mil pesos y 7 de cada 10 hasta 420 mil pesos? Y si ponemos en esa estadística a las mujer es mucho menos aún. ¿Cómo es que resulta aceptable la diferencia abismal de lo que gana el sueldo más bajo respecto al más alto en una compañía? Una de las formas en que se pueden lograr mejoras salariales, lo que han demostrado todos los países de la Ocde a los que miramos, es con buenas negociaciones laborales. Con sindicatos fuertes que con la información correcta no sólo discutan los sueldos, sino también los bonos, la flexibilidad horaria, los días libres, los turnos, los seguros médicos y mucho más.
En el colectivo las posibilidades son muchísimo mayores que en solitario. Pero tenemos en la cabeza, instalada con precisión quirúrgica, la idea equivocada de que hay que «rascarse con las propias uñas».
PUBLICIDAD
Entonces cuando la oposición celebra el fallo del Tribunal Constitucional y señala que lo celebra por los «trabajadores de Chile», miente. Si consideran un triunfo para los trabajadores que las cosas sigan exactamente igual, con los sueldos miserables de hoy, se burlan de la realidad. Cuando alegan por el derecho de los trabajadores a negociar por sí mismos, sin sindicatos, lo que hacen en realidad es fortalecer al empleador. Cuando aplauden porque lograron torcer la titularidad sindical, lo que hacen es fortalecer el desequilibrio total que existe hoy y que heredamos de la dictadura, como tantas otras cosas.
Yo no tengo problema en discutir posiciones ideológicas distintas. Y me parece que Chile Vamos tiene todo el derecho a pensar distinto, a creer en otro camino, a valorar más a los empresarios, el creciminto sin barreras, el aumento del empleo aunque sea con bajas remuneraciones, a las mejores condiciones para lo que llaman «emprender». Pero seamos honestos. No digan que lo hacen «por los trabajadores» cuando sostienen los mismos argumentos y celebran de la misma manera que los grandes gremios empresariales que siempre se opusieron a la reforma laboral.
Lo sostengo ahora y lo he sostenido siempre, los chilenos no somos tontos.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro