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Columna de Nicolás Copano: A mí también me entraron a robar y algo quiero decir

Esta semana se liberaron a más de 1.300 presos. El domingo tomaron preso a uno. Voy a hacer un solo calculo: de 1.300 atraparon a uno haciendo algo malo. Ya van 5 días y están todos llenos de preguntas y atentos más a la anécdota que a un contexto horrible. Los que salieron, dicen que habrían cumplido condiciones. Cada preso tiene un costo para el Estado, costo que pagamos todos. Y los informes de derechos humanos sostienen que en las cárceles hay gente que come con la mano y duermen apilados.

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En torno a eso, yo podría pensar que vale la pena estar más muerto que vivo en un lugar así. Un lugar donde va a pasar todo a un importarme un comino. Eso también es culpa de nosotros, también de los que reclaman contra todo.

Hay gente que está libre y todo le importa un comino: yo les llamo panqueques. Vuelta y vuelta. Si hay un billete, van. No les importa nada. Si pueden destruir algo que no les gusta, van. Si no tienen o están dentro de los que tienen luz van y le pegan. Son presos de su odio. Tan presos como los otros, pero están libres. Tienen Twitter. Los otros, los presos, se consiguen el teléfono. Roban el entusiasmo. Como te pueden entrar a robar algo físicamente. No sé cuál de los dos grupos es más peligroso. Así que igual me siento, como muchos chilenos, súper encerrado. Y es una pena.

Bueno, nos entraron a robar. Pero físicamente. A mi emprendimiento, la semana antepasada.
Confieso que no quise poner nada en redes y preferí esperar. No quise exponer a la gente a la que le importo a un mal momento por culpa de algún preso mental con internet que se quiere sentir inteligente y culpa de la falta de empatía por celebrar esto. Y nunca la verdad va a ser más inteligente que una piedra. Ya he visto que le ha pasado a varios amigos. El otro día Sebastián Ferrer, víctima de las inundaciones en la peluquería, me contaba en la radio «oye, cuando nos inundamos en Providencia un par de pelotudos me gritaron: ‘que bueno que lo sientan los ricos’».

Entonces pensé y dije «nah, para qué me voy a exponer a estos militantes de la estupidez y el odio que no es culpa mía». Es gente que confunde al enemigo. Creen que Sebastián es rico y paga los impuestos como yo y da trabajo. Y le gusta lo que hace. Pero no somos ricos.
Cuando te roban, obviamente te sientes triste porque pierdes cosas que te cuestan.

¿Entiendo a los que roban?
Miren, vi las imágenes y eran zombis. Los ojos les brillaban como conejos asilvestrados.
Cuando supe me asuste y preocupé. Nos quitaron herramientas de trabajo: cámaras, micrófonos, computadoras, esas cosas.

Pero me sorprendió que no hayan tomado ningún libro. Mi oficina tiene una biblioteca.
Es probable que si hubiesen tomado alguno de mis libros que tengo en la oficina me haya puesto más triste. En lo espiritual. Pero honestamente eso no se quiebra. No hay que regalarles ese quiebre.

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Vamos a tener que hacer lo de siempre: trabajar. Siempre trabajando pasaron las mejores cosas.
Me siento mal. Pero SIEMPRE PIENSO QUE VIVO EN CHILE Y QUE LAS COSAS SON HORRIBLES sin ningún robo de por medio. No se necesita un robo para comprobar lo solos que estamos.

¿Necesitamos mano dura?
Mira: yo creo que necesitamos más cerebros. Honestamente si un grupo de tarados fueron a una oficina y se estaban peleando televisores el problema es más neurológico que sociológico.
Chile es una vocación. Realmente la desprotección no es tener más policías o leyes represivas: es tener la posibilidad de que exista gente pensante alrededor tuyo.

¿Quién dijo que era fácil este acantilado horrible lleno de gente que vive como en un Far West? Es un montón de gente tan espantosa que no les exhibiría ni borracho la necesidad de pedirles que compartan por redes algo porque me han robado. Porque ya no sé con que idiotez pueden salir para intentar quebrar mis deseos de seguir haciendo cosas. Y pasar el mal rato es una tontería bastante más cara que hacer lo de siempre: trabajar.

El peso de la tontería aplasta toda buena idea y deseo de continuar. Así que eso, vamos a tener que trabajar más duro para que no vuelvan a pasar cosas duras, grabar la experiencia, ver que error cometimos y seguir.

Y en realidad, nos han robado herramientas a varios. No sólo a mí que soy la cara y la voz de un equipo.

Pero no lo verán así.

Así que para qué nos vamos a desgastar.

Ahora me duermo para no pensar en cuántos fines de semana sin descansar vienen para recuperar las cosas que nos permiten hacer más cosas.

Cuando esas cosas no estaban, igual hacíamos cosas.

Así que en síntesis probablemente ellos las revendan, y quieran hacer cosas.

Pero nunca serán tan lindas como nuestras cosas.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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