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Los filipinos votaban este lunes en una elección presidencial, en la que el polémico candidato Rodrigo Duterte, quien prometió matar criminales durante su feroz campaña electoral, aparece como gran favorito.
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Alcalde de la gran ciudad de Davao (sur), Duterte se ha impuesto en los sondeos contra todo pronóstico y ha sabido ganarse a los electores con su lenguaje grosero y sus soluciones expeditivas a dos problemas crónicos del país: la criminalidad y la pobreza.
Tres décadas después de la revolución que expulsó a Ferdinand Marcos, los detractores de Rodrigo Duterte advirtieron del riesgo que su elección conlleve una nueva época convulsa para Filipinas.
Los filipinos, que no han visto reflejado el crecimiento económico del país en una mejora de su nivel de vida, parecen conquistados por este abogado de 71 años que se ha centrado en criticar a las élites.
El lunes, los colegios electorales abrieron a las 06H00 (22H00 GMT del domingo) y tenían que cerrar a las 10H00 GMT, después de que la Comisión Electoral decidiera retrasar una hora el final de la jornada electoral.
Se celebran al mismo tiempo varios comicios locales y nacionales, con más de 18.000 mandatos políticos en liza en una jornada que culmina una secuencia política empañada por la violencia.
La policía confirmó la muerte de 15 personas en ataques relacionados con las elecciones este año. Otras 10 personas murieron el lunes en varios lugares del archipiélago. Pero las autoridades consideraron que estos incidentes no tenían ningún impacto en las elecciones.
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-‘¡Olvidad los derechos humanos!’-
Según Duterte, para acabar con la pobreza hay que erradicar el crimen. Para ello promete que dejará de lado una justicia ineficaz y corrupta y ordenará a las fuerzas de seguridad eliminar a los criminales.
Asimismo, amenaza con establecer un gobierno unipersonal si los legisladores le desobedecen.
En un país donde el 80% de sus habitantes son fervientes católicos, Duterte se permitió incluso insultar al papa Francisco. En un discurso para lanzar su campaña el año pasado, lo calificó de «hijo de puta» por haber provocado atascos durante una visita al archipiélago.
«Necesito vuestra ayuda para detener el regreso del terror en nuestro país. No puedo hacerlo solo», dijo en Manila el sábado en referencia a Duterte el presidente saliente, Benigno Aquino, cuya madre encabezó el movimiento democrático que derrocó a Marcos y presidió la nación durante seis años.
Al otro lado de la capital, el alcalde de Davao proclamaba ante sus seguidores su plan para terminar con la criminalidad en seis meses.
«¡Olvidad las leyes sobre los derechos humanos!», gritó en su último mitin.
«Si soy elegido presidente, haré exactamente lo que hice como alcalde. Vosotros, traficantes, atracadores y canallas, sería mejor que os fuerais, porque os voy a matar», advirtió.
El candidato apoyado por Benigno Aquino, Mar Roxas, prometió por su parte seguir las reformas del presidente, que no puede volver a presentarse.
Por otro lado, la estrella de estas elecciones ha sido sin duda el octacampeón del mundo de boxeo, Manny Pacquiao, candidato al Senado.
Pese a tener une media de crecimiento económico anual de 6% en estos últimos años, más de un cuarto de los 100 millones de filipinos sobreviven por debajo del umbral de pobreza, es decir, la misma proporción que hace seis años.
Desde hace 30 años, el archipiélago ha sido dirigido, tanto a nivel local como nacional, por clanes familiares apoyados por importantes empresarios, un sistema que ha ahondado aún más las diferencias entre ricos y pobres.
PUB/IAM