El candidato antisistema Rodrigo Duterte ganó las elecciones presidenciales en Filipinas, al cabo de una campaña plagada de provocaciones durante la cual anunció un combate implacable contra la criminalidad y la corrupción.
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«Es con humildad, con mucha humildad, que acepto esto, el mandato del pueblo», dijo Duterte desde la sureña ciudad de Davao, de la que fue alcalde durante más de 20 años, tras el anuncio de los resultados.
Duterte, un abogado de 71 años, se aseguró una insuperable ventaja de 6,1 millones de votos sobre su rival más cercano, el candidato oficialista Mar Roxas, que reconoció su derrota.
«Es evidente que el alcalde Duterte será el próximo presidente», declaró Roxas en un discurso antes sus partidarios.
«Le deseo éxito», agregó Roxas, el candidato apoyado por el presidente saliente Benigno Aquino.
Tras el escrutinio del 91% de los votos, Duterte obtenía 38,6% de los sufragios contra 23,32% para Roxas, según los datos comunicados por el organismo el PPCRV, organismo católico de fiscalización oficial.
La senadora Grace Poe, hija adoptiva de estrellas de cine, quedaba en tercer lugar y obtenía 21,6% de los votos.
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«Felicito al alcalde Duterte» que «ha sido elegido por una multitud de nuestro pueblo», dijo Poe a los periodistas.
Antes de que se publicaran los resultados, Duterte ya se expresaba como un ganador al pedir que se dejaran de lado las rivalidades, justo después de una de las campañas más agrias y divisorias de la historia de Filipinas.
«Quiero tender mi mano y que así podamos comenzar la curación ahora», dijo Duterte a los periodistas en Davao, la tercera ciudad más grande del país, en la que ha gobernado durante casi dos décadas.
Duterte se negó sin embargo a hacer gala de triunfalismo: «No estaré ahí hasta no estar ahí. Y si mi destino es estar ahí, lo aceptaré», declaró después del escrutinio de la mitad de los votos.
El sistema electoral filipino no prevé segunda vuelta, por lo cual el ganador de los comicios, incluso sin mayoría absoluta, tiene asegurado el sillón presidencial de este archipiélago del Pacífico occidental, de 102 millones de habitantes.
– ¿Una nueva era autoritaria? –
Tres décadas después de la revolución que expulsó del poder al dictador Ferdinand Marcos, los detractores de Rodrigo Duterte advirtieron del riesgo de que su elección acarree una nueva época convulsa para Filipinas.
«Necesito su ayuda para detener el regreso del terror en nuestro país. No puedo hacerlo solo», dijo en Manila el sábado en referencia Benigno Aquino, cuya madre, Corazón Aquino, encabezó el movimiento democrático que derrocó a Marcos y presidió la nación durante seis años.
Pero los filipinos, que no han visto reflejado el crecimiento económico del país en una mejora de su nivel de vida, parecieron ignorar esas advertencias y prestar oídos a la prédica de Duterte contra les élites.
Según Duterte, para acabar con la pobreza hay que erradicar el crimen. Pero para ello hace falta saltarse a una justicia ineficaz y corrupta y ordenar a las fuerzas de seguridad la eliminación de los criminales.
«¡Olvidad las leyes sobre los derechos humanos!», gritó en su último mitin.
«Si soy elegido presidente, haré exactamente lo que hice como alcalde. Vosotros, traficantes, atracadores y canallas, sería mejor que se vayan, porque los voy a matar», advirtió.
El abogado y alcalde amenaza además con establecer un gobierno unipersonal, si los legisladores le desobedecen.
En un país donde el 80% de sus habitantes son fervientes católicos, Duterte se permitió incluso insultar al papa Francisco. En un discurso para lanzar su campaña el año pasado, lo calificó de «hijo de puta», por haber provocado atascos durante una visita al archipiélago.
Los filipinos celebraron además el domingo comicios locales y nacionales, con más de 18.000 mandatos en liza en una jornada que culmina una secuencia empañada por la violencia.
La policía confirmó la muerte de 15 personas en ataques relacionados con las elecciones este año. Otras 10 personas murieron el lunes en varios lugares del archipiélago. Pero las autoridades consideraron que estos incidentes no tuvieron ningún impacto en las elecciones.
Pese a tener une media de crecimiento económico anual de 6% en estos últimos años, más de un cuarto de la población sobrevive con ingresos por debajo del umbral de pobreza, es decir, la misma proporción que hace seis años.
Desde hace 30 años, el archipiélago ha sido dirigido, tanto a nivel local como nacional, por clanes familiares apoyados por importantes empresarios, un sistema que ha ahondado aún más las diferencias entre ricos y pobres.
PUB/IAM