El Gobierno invitó a un proceso de revisión o creación de una nueva Constitución para Chile. El proceso parece irreversible. Las opiniones van desde la declaración de la ilegitimidad de éste hasta quienes quieren partir de cero, hacer tabla rasa y borrar la historia anterior.
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Debemos encontrar puntos de acuerdo para hacer de la carta fundamental una casa para todos, que nazca en y dentro de un proceso democrático. O reevaluar y legitimar la que tenemos.
Vivimos un tiempo de exceso de certezas. Y de mala factura, lamentablemente. Nunca se había hecho tanta luz sobre tanto escándalo en tan poco tiempo. Se ha destapado todo tipo de artimañas para ganar dinero mañosamente, burlando al fisco y, con ello, a usted. Comprensible la indignación ciudadana. El grado de desconfianza ciudadana es demasiado alto y un lujo caro para una democracia joven como la nuestra.
La mayor transparencia que se exige hoy no tiene vuelta atrás y nos obligará a un mejor comportamiento ciudadano, mayor educación cívica y respeto a los derechos y deberes comunes. Por lo mismo, nos debemos alegrar de la sanción a quienes burlan la ley y con ello destruyen la sana convivencia ciudadana.
Si bien esto del proceso constituyente no es prioridad dentro de los intereses ciudadanos, las encuestas muestran que existe gran interés por participar. Quizá finalmente no se materialice, pero al menos existe el interés y bueno será canalizarlo.
El Arzobispado de Santiago entregó hace una semana una cartilla titulada «¿Qué necesito saber y hacer?», respecto del proceso constituyente. Con ella, se ofrece un aporte al discernimiento de los católicos que libremente muestren interés en participar en éste. Si no está de acuerdo, dígalo en forma civilizada. Así de simple.
Monseñor Fernando Ramos, obispo auxiliar, recordó en una carta publicada en un matutino que «El Concilio Vaticano II exhorta a los cristianos a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico»(GS, 43). Muchos católicos se han inclinado a participar. Es misión de la Iglesia ofrecer a los interesados los elementos y criterios que permiten organizar la sociedad y la convivencia democrática desde los principios del Evangelio, tal como han sido sistematizados y presentados por ella, y que debieran estar presentes en la Constitución».
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Democracia y la libertad tienen sello y origen cristiano. Ambos valores nacieron gracias a la irrupción del cristianismo en el mundo. Por ello, la Iglesia es la primera en defenderlos y animarlos.
El papa Francisco nos dice que «nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional».
Cada uno evaluará si la convocación del Gobierno es adecuada o no, o si goza de la debida legitimidad. Para los que participen, la cartilla ofrece elementos de reflexión y orientación desde los valores del Evangelio. Usted es libre de tomarlos o dejarlos. Hoy celebramos a la Virgen de Fátima. Que sea fuente de inspiración y compañía para todos.
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