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Nacido hace cinco años en Madrid, el movimiento de los «indignados» hizo temblar los cimientos políticos del país. De acampar en plazas de media España pasaron a ocupar escaños en las instituciones, aunque todavía les queda mucho por hacer.
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Su semilla fue el manifesto ‘¡Democracia real YA!’, imaginado en la primavera de 2011 por una decena de blogueros y activistas convocando una manifestación en medio de una de las peores crisis económicas de la historia española, recuerda uno de sus promotores, Fabio Gándara, de 31 años y convertido en empresario.
Con una tasa de desempleo superior al 20%, cientos de personas quedándose sin empleo cada día y una desigualdad cada vez mayor, la sociedad española abandonaba su apatía política. En 2011, se registraron más de 21.000 manifestaciones en el país.
El 15 de mayo, bajo el cielo azul de Madrid, miles de personas acudieron a la llamada ocupando la céntrica plaza de la Puerta del Sol y montando un campamento improvisado que se negaron a abandonar como habían hecho semanas antes los egipcios en la plaza Tahrir de El Cairo.
En los días sucesivos, se organizaron acampadas en plazas de todo el país, desde Barcelona a Sevilla y de Valencia a Vigo. Nacía así el movimiento contestatario que se acabaría conociendo como los ‘indignados’ o 15-M.
Meses después, en octubre, el movimiento cruzaba fronteras y se reproducían manifestaciones similares en Roma o Nueva York, donde nació Occupy Wall Street.
Los manifestantes, tildados de «antisistema» por la derecha, buscaban un cambio radical que trascendía las ideologías y centraban su ira en la clase política y económica con lemas como «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros».
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«Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores (…) pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social», decía el manifiesto ‘Democracia Real Ya’.
– Nueva era política –
Hasta junio, la Puerta del Sol de Madrid se convirtió en un alegre campamento lleno de tiendas, paradas, pancartas reivindicativas y decenas de asambleas y debates sobre cómo construir un futuro mejor. «Fue un acontecimiento mayúsculo que derivó en un nuevo ciclo político e histórico» opina el sociólogo de izquierdas Jaime Pastor. Para él, este movimiento, nacido con los socialistas en el poder, demostró el divorcio entre los ciudadanos y la clase dirigente.
Pero en noviembre de 2011, el Partido Popular llegó al Gobierno con una mayoría aplastante y desplegó políticas contrarias a sus postulados: subida de impuestos, austeridad draconiana y un rescate del sector bancario con dinero público.
Los ‘indignados’ siguieron manifestándose, hasta las puertas mismas de las casas de los políticos, importando los ‘escraches’ argentinos a España.
No fue hasta la llegada de Podemos -fundado a principios de 2014 por un grupo de profesores universitarios inspirados por la izquierda latinoamericana- cuando los ‘indignados’ vieron cristalizadas parte de sus aspiraciones. Con los ‘indignados’ «se ha recuperado la concepción de la política como herramienta de cambio», dice el diputado ecologista Juantxo López de Uralde, antiguo dirigente de Greenpeace España, ahora de Podemos.
El primer golpe llegó en las municipales de mayo de 2015, cuando plataformas afines al 15-M tomaron numerosos Ayuntamientos, entre ellos Madrid y Barcelona, dirigida por la carismática activista antidesahucios Ada Colau.
En las legislativas de diciembre de 2015, este partido de izquierda radical «populista», según los conservadores, se convirtió en la tercera fuerza política tras el Partido Popular y los socialistas y dispone ahora de 69 diputados.
Otro partido crítico con la corrupción, Ciudadanos (centroderecha), entró en un Congreso radicalmente transformado, con 211 nuevos diputados sobre 350.
Pero la fragmentación política imposibilitó la formación de un Gobierno y deberán repetirse las elecciones el 26 de junio.
Aun así, «se están consiguiendo bastantes cosas», se alegra Tristán Duanel, militante de Podemos. «Los jóvenes ya se meten en los partidos (…) Poco a poco se han ido asumiendo las tesis de los ‘indignados’ sobre regeneración y transparencia», incluso por la derecha. Pero «el cambio es lento», admite. «Hay que hacer algo a nivel europeo», propone.
Para Jaime Pastor, iniciativas como el movimiento Plan B para Europa del exministro griego Yanis Varoufakis o el ‘Nuit debout’ francés son una extensión del 15-M. «Estos movimientos pertenecen a una misma familia», opina también el sociólogo francés Michel Wieviorka: ocupan el «vacío» dejado por los socialistas «derechizados», «quieren que las cosas vayan de abajo a arriba» y «recurren a nuevas formas de deliberación».
PUB/IAM