Los detalles de la feroz y cruel agresión a Nabila Rifo dan escalofríos e indignación a la vez. Tanta crueldad cuesta dimensionarla. ¿Cómo tanta barbarie, sangre fría, maldad?
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El caso no es nuevo. Hace dos años, Carola Barría, de Punta Arenas, fue objeto de una violencia similar, sufriendo la pérdida de sus ojos por parte de su ex pareja, y múltiples golpes que casi le cuestan la vida.
Crímenes que no son aislados. Se encuentren insertos en una cadena de indignantes y cobardes atentados contra la mujer; la punta de un iceberg de colores oscuros, en que abundan la cobardía y complacencia temerosa de una sociedad impávida ante estas atrocidades, que reacciona tarde, mal o nunca.
Da la sensación de que no aprendemos como sociedad a pesar de los gritos angustiosos de miles de mujeres que sufren en silencio de la brutalidad y despotismo de sus parejas, ex parejas o maridos.
El nivel de cobardía y violencia de estos crímenes no se da de un momento a otro. Se incuba lentamente en una escalada de malos tratos, zamarreos, frases hirientes, gritos y golpes. Va creciendo al mismo paso que aumenta la desidia e indiferencia del entorno de las víctimas.
¿Dónde estaban los vecinos, familiares, amigos de Nabila y antes de Carola? ¿Cómo puede ser que nadie advirtiera de conductas violentas?
Estos crímenes nos deben llevar, una vez más, a hacer una buena autocrítica en el trato entre unos y otros y, en particular, ante las mujeres. Un par de parlamentarias quiere penalizar los piropos callejeros subidos de tono o abiertamente denigrantes. Las apoyo. La verdad, no hay ningún derecho para interpelar a una mujer desconocida, en medio de la calle, en un mall o supermercado, haciéndose pasar por galán o atento.
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Si no le piden su opinión no la dé. Punto. Yo mismo he sido testigo de algunos piropos en el Metro o en la calle en la que, la verdad, se roza en lo vulgar e insolente. Noto la incomodidad de la mujer y del entorno. Difícil atinar a llamar la atención. He estado a punto de hacerlo, pero uno quiere evitar un mayor escándalo. Me arrepiento. Quizá debí encarar al personaje y hacerle ver su cobardía y desfachatez.
Como chilenos, abunda el ninguneo a la mujer, subestimación y maltrato. Una de cada tres mujeres ha sufrido algún abuso callejero: frase vulgar, manoseo, gesto obsceno. Basta ya. De ahí a un crimen como el sufrido por Nabila hay un paso.
Y los cambios comienzan en casa. Apunto a las madres que educan a sus hijos hombres con actitudes machistas: no los involucran en el trabajo doméstico, los favorecen, ocultan sus faltas de educación, no educan para el respeto a la mujer. Una parte no menor del machismo chileno se lo endoso a la educación maternal hogareña. Un punto para revisión, queridas mamás.
Celebramos el 21 de mayo. Día de las glorias navales. Día de la patria. Que sea día de unidad, de concordia y paz, para hacer de Chile un país más justo, fraterno y unido.
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