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Columna de Rodrigo Severín: Legislador, socio de Narco (Parte I)

El domingo se hizo una tradicional marcha anual que en su convocatoria ha ido progresivamente en aumento. Se objetaba la prohibición de la marihuana.

El “legislador” es el ente que legisla, que es más que la mera suma de los parlamentarios. En el lenguaje jurista se alude a esta persona abstracta “no humana” para referirse a quien “redacta” la ley, representando la soberanía popular mediada por el conjunto de parlamentarios cuando es concebida una determinada la ley para su promulgación.

Narco nos resulta familiar, tanto así, que las series sobre narcotraficantes se han puesto de moda, pasando a ser héroes -estos sujetos- hipnóticamente en el imaginario colectivo de muchos. Digamos que la audiencia les entrega su simpatía “ficticia”. Hay cierto morbo en representarse y vivir sus vidas desenfrenadas e impías, aunque sólo sea durante un paréntesis televisivo.

Narco tiene un problema, que es el de todos, el  tener que alimentar a los suyos. Para este fin se necesita un oficio. Y puesto que hay una demanda importante de drogas legales –la farmacéutica siendo de las industrias más lucrativas del planeta- e ilegales, hay por tanto un mercado natural, y un suculento negocio.

Quien decide a qué lado de la legalidad se está es este personaje “legislador” o, directamente, la ley, tal como la entendemos los que andamos de a pie.

Cuando este señor prohíbe un mercado, lo transforma en mercado negro ipso facto. Así, está legislando -por defecto- la creación de un mercado del que pierde el control el Estado pues no se fiscaliza. Se hace un cobarde paripé de: la “guerra a las drogas”.

Pero al mismo tiempo de quedar sellada la ley, se generan grandes incentivos laborales para los narcotraficantes, pues en los mercados negros nadie paga impuestos. Y, adicionalmente, por supuesto, los carteles funcionan como monopolios en la práctica, multiplicando sus millonarias ganancias. Colusiones, carteles, todo lo mismo. Los bancos y paraísos fiscales facilitan la labor de lavandería.

Últimamente hemos visto cómo a muchos políticos y empresarios de renombre –y de supuesta buena educación- les desagrada esto de andar pagando impuestos. Son ellos los que legislan y, en conjunto, como también se ha visto, lo han hecho hibridando y degradando la naturaleza del personaje “legislador” y, fomentando de paso, otro tipo de corrupción. No me extrañaría que muchos parlamentarios hayan o estén financiados por narcos. En México la situación tiene desgarrado a un país con decenas de miles de asesinatos en los últimos años.

El negocio de los políticos va de la manito.

Claro, porque ellos,  en su  particularidad, ganan un enorme capital simbólico defendiendo “la moral” de la “inmoralidad” narcotizada. Y ganan elecciones con la famosa campaña de la escoba. ¿Se acuerda de dos grandes barrenderos que fueron adalides contra la decadencia moral que producen las drogas en la sociedad, los ex senadores Orpis y Bombal, procesados por boletruchas para sus jefes?

La lógica es la misma. Lavan su imagen, muy bien asesorados por publicistas, se presentan como “garantes” de la moral, ellos. Ganan elecciones. Ese es el truco. Las razones no son sustanciales, sino meras frivolidades de la pacatería.

Los necios no se quieren dar cuenta, o no entienden, o son cínicos, o hipócritas o todas juntas, que les dejan la cancha (el mercado negro) en bandeja a Narco. Creen, dicen creer, dicen pensar, dicen creer pensar que es un mal menor  que el prohibicionismo.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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