Los encapuchados son los nuevos millonarios de Chile. Cuentan con un privilegio que pocos tienen: impunidad y poder hacer «lo que les da la gana». Porque la riqueza no consiste sólo en tener dinero. Consiste en sentirse «poderoso», estar por sobre la ley; darse ese gustito exclusivo, único, de disfrutar del temor que provocan en su entorno, sentirse «superiores», saber que pueden agredir, golpear, ofender, incluso matar, sin sufrir sanción ni castigo alguno.
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A este selecto grupo de nuevos ricos se sumó ahora un puñado de escolares que apuntan en la misma dirección. En un alarde de genialidad, irrumpieron sibilina y cobardemente en La Moneda, símbolo de democracia, tolerancia y respeto ciudadano.
Con una destreza envidiable, apuntaron justo en la dirección contraria a sus demandas. En pocos minutos, barrieron las sensatas demandas de sus compañeros y llevaron al plano del absurdo los legítimos anhelos de cambio en educación que defienden alumnos iguales a ellos, pero que en ese minuto sí cambiaban la educación: trabajan o estudian. Estos atornillan al revés. Su tono insolente, transformó sus propuestas en una patética caricatura.
Otro tanto los estudiantes que ayer, buscando provocar y molestar, barren con las reglas del juego democrático y se dejan llevar por consignas que sólo desacreditan las buenas propuestas.
Ojalá cambien de táctica y participen del diálogo ciudadano que se canaliza a través del Congreso, que es donde se debaten las ideas.
Ambos grupos no quieren cambios. Como otros grupos de poder, se sienten cómodos con la sociedad como está. Quien usa la violencia para imponer sus demandas, la deslegitima. Pero ellos quieren que la educación siga mala, que el empleo no aumente, que los pobres se queden donde están (intuyo un profundo desprecio de parte de los encapuchados hacia los más pobres), que la sociedad continúe con altas tasas de desigualdad.
No nos dejemos amedrentar por estos pocos privilegiados que se esconden tras capuchas y antifaces. Tenemos una democracia mejorable pero sólida, con serias propuestas para una mejor educación. Es sobre lo que hay que dialogar.
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Apostemos por el diálogo, por la tolerancia y respeto. Los grandes perdedores con la violencia son los de siempre: los más pobres, los que no pueden salir a marchar.
Mi oración por Eduardo Lara y su eterno descanso. Mi solidaridad con su familia. Y mi solidaridad con Carabineros de Chile, excesivamente cuestionado en su actuar. Todos perdemos con esa suspicacia inquisidora, liviana y para la galería. Resultan irresponsables los dichos de algunos políticos cuestionando su actuar, lanzando acusaciones al voleo.
En estos días se realiza la colecta de «María ayuda», fundación que ayuda a niñas en situación de riesgo y madres adolescentes. Dé una mano. Un gesto útil que se extraña en el Chile de hoy.
El domingo, los cristianos celebramos Corpus Christi. Oportunidad de consagrar al Dios de la vida nuestros anhelos de hacer de Chile un país más justo, fraterno y en paz.
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