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La Cámara de Representantes y el Senado ratificaron formalmente los resultados de los comicios presidenciales del 9 de mayo, que el alcalde de la ciudad meridional de Davao ganó por más de seis millones de votos.
El abogado, de 71 años, que sucederá el 30 de junio al presidente saliente, Benigno Aquino, no consideró necesario ir hasta Manila para esta sesión simbólica y prefirió quedarse en Davao, donde pasa la mayor parte de su tiempo desde que ganó las elecciones.
Su rechazo a participar en esta ceremonia ha decepcionado a algunos de sus seguidores, pero ha contribuido sin duda a reforzar su imagen de hombre político fuera de lo común, al margen de la élite filipina.
Esta reputación, su discurso directo, una campaña populista y las soluciones simplistas son los principales elementos que contribuyeron a su triunfo en las urnas.
«No voy a participar en esta proclamación. Nunca asistí a una proclamación en mi vida», declaró el fin de semana pasado en una conferencia de prensa en Davao, 900 kilómetros al sur de Manila.
Duterte ha dicho que quiere vivir en la ciudad de la que es alcalde porque se siente bien en ella. Ha dejado entender varias veces que desprecia Manila, una capital que él califica de «ciudad muerta», llena de suburbios.
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Este lunes, los parlamentarios también proclamaron la victoria de Leni Robredo como vicepresidenta, que superó por poco a Ferdinand Marcos Jr, hijo del exdictador ya fallecido.
Propulsada en política tras la muerte en 2012 en un accidente de avión de su esposo y exministro del Interior, Jesse Robredo, Leni Robredo se presentó con el Partido Liberal de Aquino.
Ella sí que participó con su familia en la sesión simbólica del Parlamento. En Filipinas, el presidente y el vicepresidente son elegidos por un mandato único de seis años en elecciones separadas.
PUB/IAM