Legislador, habíamos apuntado, al hacer la traza que define lo que está dentro del marco de la ley y lo que está fuera de ella, crea instantáneamente el mercado negro para su socio indirecto, Narco, que no pocas veces directo. “Hecha la ley, hecha la trampa”, dice el refrán popular.
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En el extremo, cuando algún individuo de estos representantes de Legislador, quien supuestamente está al servicio del bien común, termina por servir, consciente o inconscientemente, a Narco, generando un mal para la sociedad. Y cuando se entra a este tipo de apatronamientos ya es muy difícil salir, sea por temor o perversidad (corrupción), o ambas.
¿Por qué, me pregunto, este ente Legislador, aglutinado en la voluntad de los representantes legislativos de turno, se considera más listo o más inteligente que los individuos del pueblo y les prohíbe fumar o tomar hierbas milenarias, que “el mismo dios” plantó en la tierra? La marihuana, por ejemplo, es uno de los cultivos más antiguos de los que hay data. Increíblemente, hay receptores específicos en el cerebro para la acción de esta planta sobre el organismo. Sus usos y beneficios son además de sanitarios, múltiples.
Legislador está empezando a comprender su necedad, al menos en este caso, y sólo es cosa de tiempo para que “legalice”. Muchas sociedades, sincrónicamente, están cayendo en razón.
En realidad, alego, debía eliminarse la ley que “prohíbe”, y más que usar la semántica de la “legalidad”, desterrarla. Esto, porque “legalizar” presupone que hay algo ilegal en el fondo, algo oscuro. Sutil falacia.
Ahora bien, ¿se trata de salir a repartir caramelos a la calle, indiscriminadamente? Pues no. Las políticas públicas debían focalizarse a la educación, prevención, resiliencia e integración social. Para el consumo, debiérase establecer, adicionalmente, rigurosos controles e implementar un sistema de estanco, o uno mixto, incorporando al sector privado, con tasas impositivas específicas. Desde el punto de vista de la salud pública cada dólar invertido en prevención equivale a varios dólares invertidos en el combate a la droga.
Las recaudaciones tributarias, debidas al expendio, en un marco de legalidad no prohibicionista, contribuirían millonariamente a las arcas fiscales, justamente para ser eventualmente destinadas a este tipo de políticas públicas.
No hay lógica que resista el estado de situación.
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Es curioso e inconsecuente, por ejemplo, que en este experimento desbocado del neoliberalismo, gran parte de la derecha económica se defina como liberal en lo económico pero conservadora en la moral. Lo considero una hipocresía.
El argumento de la “escalada” en el consumo de una a otra droga por parte del joven resulta amañado, porque los primeros dos peldaños están construidos por el Legislador carpintero. Me refiero al tabaco y al alcohol. Y tampoco es claro que exista tal escalera según estudios varios. Debido al tabaco hay cerca de 6 millones de muertes anuales en el mundo; al alcohol, cerca de 3 millones, y, aproximadamente 250 mil, debido a todas las otras drogas prohibidas, en su conjunto (OMS). No hay registro histórico de una sola muerte por consumo de marihuana. Son más de 30 peldaños de diferencia.
Con la eliminación de este tipo de leyes, concebidas por el oportunismo político, por la pillería o la tontera, se va la rata Narco y sus amigos pasajeros, esos pequeños legisladores que sumados constituyen al gran Legislador.
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