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Patón Argüello, el preso que transformó la violencia en rap

De sus 39 años, casi 20 los pasó entre rejas. Ariel “Patón” Arguello cambió la violencia y los robos que le llevaron a la cárcel por el rap para crear un proyecto musical que el año pasado se estrenó en la MTV argentina. Ahora, se aferra a la música para librar una nueva pelea: la vida en libertad.

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Pasea sus dos metros de altura por el barro y la marginalidad de los pasillos de villa La Cava, a las afueras de la ciudad de Buenos Aires, y recuerda sus años de delincuencia, de «pibe chorro» (joven ladrón), de ese robo y esa violencia que lo sentenciaron a pasar 18 años atrapado tras los muros de varias prisiones.

No delató a un compañero tras un importante robo frustrado -«en la calle tenemos códigos», recuerda- y la condena se hizo interminable hasta que llegó ella: «Mi señora queda embarazada. Me hizo algo en la cabeza. Tenía que cambiar de vida si quería traer un bebé al mundo y decidí parar el juego de competir por la violencia», relata.

Luego llegaron las películas de esos raperos estadounidenses (8 millas, 50 cent), «que articulaban la calle con la cárcel y la droga», y empezó a escuchar rap en la celda mientras escribía a su esposa, Jesica, ‘La China’, durante largas noches en vela. Poco a poco, fue transformando las cartas de amor en rimas.

Pero lo que más le llamó la atención de ese estilo musical, que por aquel entonces enmudecía dentro de los penales, oculto entre trompetas cumbieras y beats de reguetón, fue esa capacidad que tenía de convertir en denuncia musical lo marginal, lo que ocurría en los barrios.

Tras un periplo por varias cárceles, recaló en la Unidad Penal 48 de máxima seguridad de José León Suárez, en la provincia de Buenos Aires, donde la Universidad Nacional de San Martín empezaba a montar un proyecto de formación educativa para los presos que se acabaría convirtiendo en una plataforma para un proyecto musical: la banda Rimas de Alto Calibre.

«Se nos dio la oportunidad en el penal de San Martín para hacer un taller de hip-hop. Ahí empezamos a trabajar y a escribir con una base de fondo. Me acuerdo que hasta al cura le pedíamos bases y nos traía música de esa que pasan en la iglesia», relata.

Ensayaron y practicaron las letras que salían de las celdas y los patios de la prisión, hasta que la universidad accedió a financiar un disco de 12 canciones en el que participaron artistas argentinos como Andrea Prodan, actor y músico; Alejo Ferrero, trombonista de Las Pelotas; y Sergio Dawi, ex saxofonista de Los Redonditos.

Una de sus canciones, ‘Nena Bolsita’, se la dedica enfadado a su mujer, quien tenía problemas de adicción al pegamento, una droga durísima y barata que se aspira por la nariz desde una bolsa de plástico. «Escuchó la canción y casi me mata», comenta divertido.

Cuando llegó la promoción del álbum, cada concierto se volvió en un escape. «No sabés lo que es esa sensación», comenta Patón al recordar las emociones que le producía salir de la cárcel para cantar en los teatros y que la gente coreara sus nombres. Saboreaban esos lapsus de libertad a través de aquello que los hacía volar a diario en sus celdas.

Tocaron en teatros pequeños, luego más grandes, y hasta se subieron al escenario del hotel Bauen, en la famosa avenida Corrientes de la capital argentina.

Patón vive en libertad desde hace dos años. Cuando salió y volvió a La Cava, su mujer le habló de la Agencia Escuela Prójimo, un proyecto del creativo Gonzalo Vidal Meyrelles, quien tras una serie de fracasos en la industria se instaló en aquel barrio humilde a las afueras de la ciudad de Buenos Aires para dar voz a través de la publicidad a los chicos de la zona.

Se conocieron y las letras que Patón había depositado en su tema ‘Misión’ se transformaron en un video, realizado por Prójimo, que recorre la villa donde nació y creció y que se hizo viral hasta que el conocido canal internacional de música MTV lo estrenó hace un año en Argentina.

Ahora, sentado en el sillón de la agencia, repasa sus éxitos pasados y sus planes de futuro: «Quiero mi disco y ando buscando un sello que lo haga. Estoy cerrando los 12 temas para contar eso que nadie cuenta de la calle y de la prisión: lo bueno».

En esas canciones, Patón quiere levantar el estereotipo de que «todo el pibe de barrio es ladrón», de que todo es violencia y narcotráfico.

«Cuando me muera, quiero que el legado sea el de transformar lo malo en bueno», reconoce melancólico el músico que vio cómo el rap le cambió el modo de ver la vida: «Antes me gustaba ganar la plata de una manera y gastar todo a full. Hoy para mí la verdadera importancia es el tiempo, será por todo el que he perdido», cerró.

 

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