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Día a día el emprendimiento toma un papel fundamental en el crecimiento económico, al convertirse en una real oportunidad para el sustento de miles de personas.
En esa línea, y de acuerdo a la cuarta Encuesta de Microemprendimiento (EME) realizada por el Ministerio de Economía, el 64,8% de los hombres emprendedores de este país son jefes de hogar, con un promedio de edad de 50 años.
Si bien el público femenino cada vez se atreve a emprender, el segmento masculino no se queda atrás, especialmente aquellos que deben velar por el futuro de sus familias. Por ejemplo, en Fondo Esperanza (FE), el 49% de los microempresarios de la institución de desarrollo social tienen más de dos hijos. De ese porcentaje, un número importante de hombres se la juega a diario para que no les falte nada.
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Tal es el caso de Jorge Cantellano de San Felipe, quien es mecánico desde que tenía 14 años, edad en la que su tío comenzó a enseñarle sobre el rubro. Hasta los 36 años trabajó de lunes a lunes sin descanso, por lo que decidió emprender con su propio taller que lleva por nombre «Giarif», sigla que se forma al unir el nombre de sus tres más preciados tesoros: sus hijos Giovany (fallecido recientemente), Ariel y Fernanda.
«Por ellos vivo y por ellos trabajo. Tenían que ser parte de mi local de alguna manera. Estoy muy contento porque además del nombre del local, uno de mis hijos trabaja conmigo y también se ha encantado por el mundo de la mecánica, lo que me enorgullece de sobremanera», explica.
En tanto, en Peñaflor vive Leonel Arauz, dedicado hace cinco años a su negocio de reciclaje y venta de muebles y electrodomésticos, empresa a la que le ha ido tan bien, que hasta hoy la mantiene, a pesar de tener un trabajo estable como guardia nocturno.
«La vida no es fácil y siempre te va a poner a prueba, pero uno debe mirar hacia adelante y luchar. Hay que tener la confianza que uno va a lograr las cosas», asegura.
Otro caso es el de Francisco Hidalgo, emprendedor de 72 años que durante la década del sesenta trabajó como empleado de una conocida paquetería de Linares, la cual pasó a ser suya. Así cumplió uno de sus máximos sueños que era tener un negocio propio, llamado «La Casa de los Botones».
Tras el terremoto del 27-F, sufrió la pérdida de más del 50% de su local, pero gracias al apoyo de sus hijos pudo levantarse nuevamente. «Como padre tengo la responsabilidad de ser jefe de familia, siempre tratando de salir adelante, pese a las dificultades que nos presenta la vida».
Desde Valdivia, Pablo Manquilef, es un preocupado padre que le ha sacado provecho a su actividad en beneficio de sus cuatro hijos. Con su micro bautizada como «Oasis en el camino», la cual adaptó como restaurante de comida rápida, ofrece té, café y ricos sándwich o completos.
El trabajo de Pablo requiere de mucho esfuerzo, ya que implica levantarse muy temprano y estar en los lugares clave para vender. Sin embargo, tal como él señala, les ha ido bastante bien. «Ahora tenemos independencia económica. Vivimos bien, sin mayores esfuerzos», cuenta.
DP/PCP