«Batman vs Superman», «X-Men: Apocalipsis», «El conjuro 2», «Buscando a Dory», «Día de la independencia: Contraataque»… ya ni siquiera es una tendencia, sino que parece haberse convertido en rutina, y casi no es novedad que cada semana la cartelera reciba una nueva secuela.
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Algunos de los títulos más vistos y comentados de los últimos meses lo confirman, así como habitualmente queda demostrado cómo, salvo algunas honrosas excepciones, en general estas segundas o terceras partes poco aportan en términos de novedad, calidad cinematográfica y propuesta narrativa. Por no decir que en general suelen ser absolutamente innecesarias.
El asunto es incluso más particular, como cuando aparece la segunda parte de una película que no muchos recuerdan o que a nivel local no tuvo demasiada trascendencia mediática. Eso podría pasar con «Los ilusionistas 2», que tres años después retoma a los personajes del filme original, estrenado en 2013.
Lo bueno es que sin ser ninguna maravilla ni dar cátedra, esta secuela se puede dejar ver con agrado, y hasta por momentos es más lograda que su antecesora, la que estuvo dirigida por el francés Louis Leterrier, cuyo curriculum no era para entusiasmar demasiado («El transportador» y su secuela, además de «Hulk: El hombre increíble» y el remake de «Furia de titanes»).
Los créditos del realizador de este estreno, John M. Chu, tampoco eran demasiado prometedores: entre sus ocho largometrajes previos, hay al menos otra secuela, «G.I. Joe: El contraataque», y dos documentales fabricados en torno a Justin Bieber: «Never Say Never» y «Believe».
En su esencia y en apariencia, es más de lo mismo: luego de su espectacular escape al final de «Los ilusionistas», el grupo de ladrones conocido como «Los Cuatro Jinetes», quienes a la vez son hábiles magos, intentan mantenerse en el anonimato a pesar de que el FBI continúa persiguiéndolos, y están dispuestos a dar un nuevo y arriesgado golpe, que a la vez significará regresos y nuevas sorpresas y rivales.
Pero contando con uno de los guionistas de la primera parte -Ed Solomon-, el cineasta consigue entretener recurriendo en buena medida a la misma receta, aunque tal vez con los ingredientes mejor mezclados: otra vez este juego del gato y el ratón convoca al llamativo elenco de reconocidos actores de distintas generaciones que interactúan con soltura y encanto, nuevamente el ritmo es fluido y no da tregua, y los trucos y sorpresas mágicas son efectivos y visualmente bien resueltos.
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Algo tiene esta segunda parte que la hace funcionar y avanzar sin grandes tropiezos, aprovechando al máximo el carisma personal de cada miembro del elenco -ahora se incorporan actores como la entrometida pero divertida Lizzy Caplan, y Daniel Radcliffe en un evidente guiño a su conocido pasado fílmico como Harry Potter- y manteniendo la atención del espectador por un par de horas con su mezcla de humor, aventura, magia, acción y efectos especiales. Y si no se ha visto la primera, en verdad da incluso un poco lo mismo.
«Si Dios quiere»
Este exitoso debut como cineasta del guionista Edoardo Maria Falcone, quien por este filme obtuvo dos de los premios más importantes del cine italiano como mejor nuevo director -el David di Donatello y el Nastro d’Argento- es uno de los ejemplos más recientes de los habituales intentos por mantener viva la valiosa tradición de la comedia fílmica en ese país, en este caso con la historia de Tommaso, un prestigioso y estricto cardiólogo cuya vida y la de su familia se ve alterada cuando su hijo les anuncia que dejará sus estudios de Medicina para hacerse sacerdote.
Es inevitable advertir que el desarrollo de personajes y situaciones de la película es muy básico y se basa en arquetipos simplistas y sin relieve, pero el resultado se las arregla para entretener, cuenta con buenos actores y tiene un ritmo ágil y dinámico, en especial con la manera en que despliega sus diálogos y las cáusticas frases del protagonista.
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