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Las tortugas son uno de los animales que más años pueden vivir, hasta que mueren por causas naturales o algún depredador acaba con sus vidas. Pero este no fue el caso de «Tuttle», una tortuga de aproximadamente 100 años que aún vive, a pesar de que un ser humano le clavó un destornillador en la cabeza.
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Pese al cruel acto, «Tuttle» no se dio por vencida y siguió adelante. Fue en octubre de 2015 cuando Paul y Diana Tuttle se encontraron a la tortuga herida y deambulando en el patio de su casa en el estado de Illinois, Estados Unidos, con el destornillador incrustado en el caparazón.
«No sé por qué harían algo así», comentó Paul Tuttle, policía de profesión, al periódico local «PJ Star». «¿Acaso fueron niños malvados que se convertirán en asesinos seriales cuando sean adultos? ¿Fue alguien ebrio y estúpido? Nunca lo sabremos«, añadió.
Inmediatamente la pareja se preocupó por el animal y lo llevaron a la clínica veterinaria «All Pets Clinic», en donde se conoció su diagnóstico completo: «Tuttle» –como fue nombrada por la pareja– había perdido la vista de un ojo, tenía el cráneo fracturado y estaba severamente lastimada de manera interna debido al atroz ataque.
Desde ese momento «Tuttle» no ha estado sola. Un «ejército» de veterinarios, y especialistas del zoológico Peoria, también en Illinois, están de su lado. La tortuga estuvo en la observación de Douglas Holmes, herpetólogo del zoológico.
«Los animales deben de tener esa oportunidad de ser libres. Siempre se siente bien cuando ves a uno regresar a su hábitat natural», destacó Holmes en redes sociales. El fin de semana, casi nueve meses después de su ataque, «Tuttle» fue liberada.
«Tuttle» es una tortuga hembra y, de acuerdo a los especialistas, podría tener aproximadamente 100 años de edad. Según el análisis de las heridas, el ataque sucedió pocos días antes de que la encontraran los Tuttle.
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¿Por qué con un destornillador?
De acuerdo a Bridget Domenighini, directora de los Servicios de Protección de Animales en el condado de Peoria, algunos coleccionistas de caparazones cortan las cabezas de las tortugas, pero «no hay razón humana para incrustrar un destornillador. Fue un ataque con el único objetivo de provocar dolor».