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Pablo Contreras Pérez
Hay un antiguo dicho que hace alusión a China cuando se menciona que alguien labora mucho, aunque dado el último reporte de Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), se podría señalar que quien lo hace «trabaja como chileno».
Y es que dentro de 38 países analizados, nuestro país se mete dentro del top 5 como los países con más horas de trabajo en 2015, según un informe sobre perspectivas laborales de este organismo multilateral.
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En este reporte, Chile sólo se ubica por debajo de México, Costa Rica, Corea del Sur y Grecia. De todas maneras, se reveló que el país ha caído algunos puestos: en 2007 ocupaba el tercer lugar y en 2012 era el cuarto en la lista.
En contraste, las naciones que se ubican al final del listado con menos horas laborales al año son, en orden decreciente, Francia, Dinamarca, Noruega, Países Bajos y Alemania.
Si nos detenemos a revisar estos países, es claro que algo no concuerda entre cantidad de horas trabajadas y el nivel de desarrollo. Y es que en 2015, la productividad en Chile apenas creció un 1%, materializándose esto en US$27 por hora trabajada, según un estudio de The Conference Board, asociación global, independiente de empresas asociadas y de investigación.
«Estamos muy abajo en los niveles de productividad de la Ocde, siendo que tenemos uno de los niveles de jornada laboral más extenso», sentencia Alejandro Urzúa, académico de la Universidad Andrés Bello (Unab).
El economista insiste en ese sentido en que «no necesariamente la cantidad de horas trabajadas tiene una directa relación con el nivel de productividad». De hecho en contraste con algunos de estos países que menos horas trabajan la diferencia es importante.
Por ejemplo, según el mismo estudio de The Conference Board, Noruega produce US$89 por hora laboral, Holanda US$66 y Francia US$64.
Capacitación: factor clave
Consultado por esta asimetría entre horas trabajadas y nivel de productividad existente en nuestro país, Urzúa es claro en señalar una de las principales causas.
«Si nos damos cuenta en el nivel de capacitación que tienen muchas veces los trabajadores, es precario y también de competencias técnicas, lo que hace que repercuta de manera negativa en los niveles de efectividad y cuán productivos somos en cada hora trabajada», explica.
A lo anterior, el académico de la Unab suma el desconocimiento que existe en muchas personas sobre el rol que deben cumplir en sus trabajos. Esto lo atribuye a una «falta de planificación estratégica en las empresas», ya que a su juicio, éstas carecen en algunas ocasiones de un plan claro de hacia dónde quieren ir.
Volviendo a la capacitación, Urzúa señala que para mejorar este aspecto se necesitan de «mayores niveles de incentivo a través de beneficios tributarios; que las empresas vean con buenos ojos el mejorar las competencias de sus trabajadores a través de beneficios tributarios, a través de código Sence; darle mayor potencia a eso».
Y para resumir cuán importante es mejorar en esto, el economista lo resume así: «si yo me tengo que dar cuatro vueltas para llegar a una solución porque no sé cómo se hace o no me dijeron cómo se hacía, significa que tengo una merma importante de eficiencia».