Cuando hablamos de medios de comunicación, lo asociamos con libertad de expresión. Es un requisito básico sin duda. Pero hay otro concepto que es más global, más profundo y que va más allá de la libertad de expresión. Es el acceso a la información o, si quieren, el derecho de acceso a la información.
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Este concepto está en el centro del debate de un seminario internacional organizado por el Colegio de Periodistas, al cumplir 60 años. Se trata de un concepto vital, por el cual -como dice Javiera Olivares, la presidenta del Colegio- no vamos a ver a miles de personas marchando en la calle; pero que es fundamental para saber lo que pasa, tomar posición, llegar a decisiones y mejorar nuestra calidad de vida.
Después de vivir en dictadura, damos por resuelto este tema. Creemos que en la democracia que vivimos hay total libertad de expresión y que existe un real acceso a la información. Pero… ¿existe? ¿Accedemos a esa información? ¿Somos realmente los destinatarios o las víctimas de esa información?
Miremos distintos aspectos. La concentración. Al igual que en los distintos sectores económicos chilenos, existe una alta concentración de los medios en el país. Son grandes conglomerados que se reconocen como unidades de negocios. Un ejemplo de esto es Iberoamericana, con 10 radios, que concentran un porcentaje altísimo de la publicidad radial (yo trabajé en ese mismo conglomerado). Con esta realidad, ¿hay libre acceso a la información? Si existe alta concentración, ¿hay libertad de agenda o sea, hay libertad para que se incorporen todos los temas como noticias? La respuesta es no. Lo deseable es que exista diversidad de medios. Que se amplifique la agenda informativa, que existan distintos puntos de vista. ¿Puede esto lograrse espontáneamente? No. La barrera de entrada como en todos los sectores económicos del país, es enorme. Si no existe apoyo estatal que busque garantizar esa diversidad es prácticamente imposible competir. Así para un diario, para una radio o para un canal de televisión. Hoy las nuevas tecnologías ayudan, pero ¿son suficientes para inclinar la balanza y equilibrar la concentración? No.
Otro aspecto. La integralidad vertical. Hoy los grandes conglomerados como El Mercurio o Copesa son dueños además de cadenas importantes de radio: los grupos de radio Digital y el grupo Dial. Entonces esta concentración se amplifica. Resultan mejores unidades de negocios y entregan muchísimo más poder. En conclusión, la agenda noticiosa y la «mirada de mundo» se reproduce. Esta situación puede legislarse también o por lo menos discutirse socialmente. Por ejemplo, ¿puede ponerse límite a la propiedad de un medio de comunicación? Que -por ejemplo- no pueda apropiarse de más del 15 o 30% por ciento del mercado para evitar la concentración. Esto no sólo como un ejercicio regulatorio, sino para garantizar diversidad y acceso a la información. ¿Porque no damos este debate?
Otro punto. ¿Es deseable que un gran conglomerado económico sea además dueño de medios de comunicación? Hoy ocurre en Chile con el grupo Luksic (canal 13), con Carlos Heller, dueño de Mega(de Falabella) o con el grupo Saieh (Copesa, Corpbanca etc). Insisto, ¿es inocuo que un gran conglomerado que tiene intereses en la banca, en la minería, en la electricidad, en el retail, sea dueño además de medios de comunicación? No, no es inocuo. Allí se maneja influencia y poder.
¿Cómo es que pasamos el año 2015 de discutir las reformas al miedo a los portonazos? ¿Cómo es que los ciudadanos dejamos de focalizar en los cambios país para llenar páginas y páginas de crónica policial? Tengo el derecho a preguntarme si hay intencionalidad en eso.
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Durante meses, el Clinic publicó en su página web una serie de reportajes sobre un caso que tituló como el MilicoGate. Sin embargo, para los medios concentrados él tema no existía. El desfalco al Estado era mayor que el caso Penta y SQM, sin embargo «no era tema», no era parte de la agenda noticiosa.
El acceso a la información es un derecho fundamental. Sin embargo no se legisla para garantizarlo, hoy ni siquiera se discute socialmente. Hoy «no está en la agenda».
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