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Fethullah Gülen, el imán turco exiliado en Estados Unidos al que Ankara acusó de orquestar el intento de golpe en Turquía, cuenta con una amplia base de simpatizantes en su país natal, donde goza de apoyo en la policía y el poder judicial.
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El predicador islámico, que vive retirado en un pequeño pueblo en las montañas del Pocono, en Pensilvania, fue acusado el viernes por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de estar detrás de la intentona.
Pero su movimiento negó inmediatamente su participación, asegurando en un comunicado estar comprometido con la democracia y oponerse a cualquier intervención militar.
Y él mismo, en otra declaración, condenó «en los más firmes términos» el intento de golpe en Turquía.
«Como alguien que sufrió bajo múltiples golpes militares durante las últimas cinco décadas, resulta especialmente insultante ser acusado de tener alguna relación con este intento. Niego categóricamente tales acusaciones», dijo Gulen en un breve comunicado divulgado la madrugada del sábado.
«El gobierno debe conquistarse mediante un proceso de elecciones libres y justas, no por la fuerza».
«Ruego a Dios por Turquía, por los ciudadanos turcos y por todos aquellos actualmente en Turquía, por que esta situación se resuelva pacíficamente y rápidamente», añadió.
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Gülen, de 75 años, fue en el pasado un estrecho aliado de Erdogan, pero la amistad se rompió en los últimos años, cuando Erdogan vio con malos ojos la fuerte presencia del autodenominado movimiento Gülen -también conocido como movimiento Hizmet– en la sociedad turca, incluyendo los medios de comunicación, la policía y el poder judicial.
El predicador moderado se mudó a Estados Unidos en 1999 y posteriormente fue acusado de traición a su país. Desde entonces, lleva una vida apartada en Pensilvania, rechazando dar entrevistas y con escasas apariciones públicas.
La lucha por el poder entre los dos enemigos se agravó a finales de 2013, después de que funcionarios judiciales aparentemente cercanos a Gülen presentaran cargos de corrupción que implicaban directamente a parte del círculo más cercano de Erdogan, incluyendo a su hijo Bilal.
Como respuesta Erdogan lanzó una serie de contraataques: expulsó a cientos de oficiales del ejército, entre ellos importantes generales; cerró escuelas gestionadas por el Hizmet y despidió a cientos de agentes de policía.
También estrechó el cerco a los periódicos considerados favorables a su rival.
Las autoridades turcas han acusado al predicador de tratar de establecer «un estado dentro del estado» en Turquía, pero su movimiento insiste en que está comprometido con la reforma democrática y el diálogo interreligioso.
«Durante más de 40 años, Fethullah Gülen y los participantes de Hizmet han abogado por y demostrado su compromiso con la paz y la democracia», dijo el viernes la Alliance for Shared Values en un comunicado.
«Hemos denunciado sistemáticamente las intervenciones militares en la política interna. Estos son valores fundamentales de los participantes de Hizmet. Condenamos cualquier intervención militar en la política interna de Turquía».
Según la agencia de noticias Anatolia, unas 1.800 personas, entre ellas 750 policías y 80 soldados, han sido detenidas como parte de una ofensiva contra los seguidores de Gülen en los últimos dos años.
Cerca de 280 de ellos todavía están en la cárcel a la espera de juicio, según la agencia.
El Gülen es un movimiento socio-religioso que aboga por una mezcla de misticismo sufí y la armonía entre las personas sobre la base de las enseñanzas del Islam.
PUB/IAM