Está claro que asignar tareas fuera del horario normal de clases no es parte de los objetivos de nuestro sistema educativo, sin importar el tipo de enseñanza ni la institución. Sin embargo para la mayoría de los niños en etapa escolar, las tareas son parte de su rutina diaria, una actividad cotidiana que muchos cuestionan y que llegó al Congreso como un proyecto de ley que busca evitar el exceso de tareas escolares.
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Es difícil apoyar el sistema de tareas actualmente implementado en la mayoría de los colegios. Si bien es posible encontrar fines bastante significativos en ellas, como crear hábitos de estudio, ayudar a los niños en la resolución de conflictos, fomentar el aprendizaje significativo, involucrar a la familia en la educación e incluso incentivar alguna afinidad especial sobre un tema en específico; el dedicar tiempo extra al proceso de aprendizaje de la jornada escolar iría contra los derechos de los niños a jugar y compartir con la familia y sus pares.
Visto así, las tareas debiesen ser una decisión compartida entre docentes y padres, considerando lo que el niño quiere, siente y piensa.
Diferente sería entender las tareas como parte de una estrategia de aprendizaje, diseñada por profesores y padres que, conociendo los gustos y habilidades de los niños, puedan establecer un equilibrio entre lo obligatorio y lo que efectivamente aportará a su aprendizaje.
La sobrecarga de tareas genera estrés, angustia y ansiedad en los niños, ya que les quita tiempo para descansar, jugar y compartir con sus amigos y padres.
En los primeros cuatro años de la educación básica, los alumnos necesitan practicar y reforzar los conocimientos aprendidos en el colegio, idealmente supervisados por los adultos que tienen a cargo su cuidado (no que sean ellos los que terminen haciendo las tareas), con el fin de crear hábitos de estudio y fomentar el esfuerzo, la independencia y la resolución de conflictos. Pero con tanta tarea y tan poco tiempo ¿Dónde quedan los juegos? ¿Qué pasa con el cansancio de los niños?
El exceso de trabajo y tareas para la casa desmotiva a los niños y por ende es contraproducente para su desarrollo emocional y cognitivo.
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Frente a esta escenario lo más adecuado parece ser llegar a un punto medio en que las tareas no desaparezcan, pero si disminuyan.
Personalmente no estoy de acuerdo con eliminarlas 100%, pero sí me parece relevante cuidar el tiempo libre de los niños y ver en el juego una gran herramienta de aprendizaje. ¿Si siendo niños no juegan y comparten con sus familias y amigos, entonces cuándo?
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