Es bien curioso hoy el discurso sobre los derechos y las responsabilidades. Lo he escuchado permanentemente desde las autoridades políticas. «Están los derechos, pero también los deberes». Se lanza como un mantra, como una advertencia. Se expone siempre como discurso de vuelta, como repuesta, como desafío. ¿A quiénes? A los ciudadanos, a la opinión pública, a la calle, a los «manifestantes».
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Siempre me ha parecido curioso porque creo que los chilenos, los ciudadanos, «la calle», son muy responsables. Pagamos los impuestos, cumplimos la regla cuando el voto era obligatorio y ahora que es voluntario. Nos volvemos locos porque la congestión nos hace llegar tarde al trabajo. Seguimos aguantando el descuento de AFPs pese a que sabemos que la jubilación será de hambre. También permitimos el descuento en salud cuando hoy ni Fonasa, ni las isapres dan el ancho. ¿Sigo? Con todo lo que hoy pasa, no hay «estallidos sociales», las marchas son bastante ordenadas, pagamos masivamente el Transantiago y ni siquiera botamos basura en el Metro.
Pero como ciudadanos ¿qué vemos en la contraparte? ¿Qué imagen se repite una y otra vez de los que piden «derechos y deberes»?
Lo que yo veo son parlamentarios formalizados que siguen votando leyes, veo políticos presos como Jaime Orpis y otros condenados como Jovino Novoa, por delincuentes que son apoyados por sus partidos que hablan de «errores».
Hoy veo una ministra de Justicia, Javiera Blanco, que defiende su gestión, cuando lo que pasa en Sename y en Gendarmería debería costarle el cargo. No sé si ella pidió o no aumentos de remuneración, pero tiene responsabilidad como jefa de cartera. Veo al comandante en jefe del Ejército llegar todos los días a su oficina -como si nada-, cuando le estalló en las narices el caso Milicogate, con un desfalco al fisco de 10 millones de dólares. Y nada, ni un atisbo de asumir responsabilidades, de renunciar porque no han cumplido con su pega.
En el Congreso levantan una interpelación a la ministra de Justicia. Pero los mismos que la promueven no asisten a la sala para dar su voto. ¡Ni siquiera va la diputada Marcela Sabat que será la interpeladora! Y en vez de ofrecer disculpas públicas, de que existan consecuencias a esta negligencia, lo dejan para el otro día -otra vez como si nada- y RN respalda a la diputada irresponsable para que siga siendo la interpeladora. ¿Es un mal chiste? Si no fuera tan dramático, daría hasta risa. Pero no es cómico. Es irresponsable, es nunca asumir la culpa ni las consecuencias. Es tener todos los derechos, pero no los deberes del cargo.
¿Les interesa realmente el fondo de lo que pasa? ¿Interesan realmente los niños del Sename y lo que ocurre al interior de las cárceles en el país? ¿O es finalmente una guerrilla política de quién saca la mejor tajada?
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Es cierto, existen derechos y también deberes. Pero hay un desequilibrio enorme. Mientras los ciudadanos cumplimos nuestros deberes y estamos en las calles exigiendo nuestros derechos… el poder goza de derechos, pero no se hace cargo de sus deberes.
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