La “moda”, según la Real Academia Española, es una “costumbre que está en boga durante algún tiempo”. Lamentablemente y aunque suene fuerte, esa es la realidad de nuestros niños y especialmente de los más vulnerados.
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Cada cierto tiempo, se remecen las conciencias de muchos porque sale a la luz pública algún hecho dramático que evidencia la cruda realidad que viven miles de niños. Basta recordar la muerte de Lissette, cuya historia de institucionalización en el Sename indigna a cualquiera o para qué decir del “Cisarro”, el que con más de 60 detenciones da cuenta del olvido, fracaso y completo abandono en que se encuentran nuestros niños.
Los niños no son prioridad en nuestro país, sólo de vez en cuando son tema nacional. Hoy tenemos una comisión investigadora del Sename -ya hubo dos hace tres años-, una interpelación en curso, alta rotación de directores nacionales del Sename, proyectos de ley en tramitación, informes de Tribunales, etc. Pareciera que se está moviendo todo. Sin embargo, ¿qué pasará cuando se apaguen las luces y la “moda” cambie? ¿Todo seguirá igual?
Esto no puede seguir ocurriendo. Los niños son lo más importante que tenemos, los hijos que son, en buenas cuentas, el futuro de Chile. Debemos pasar del diagnóstico a la acción. Los menores no pueden dejar de ser tema nunca y debe dárseles la protección debida.
Por eso es que todo lo que está pasando es una oportunidad, no para hacer medidas cortoplacistas y para la galería, sino que para hacer una verdadera transformación y poner en el centro de las políticas públicas .de una vez por todas- a los niños. Pero los niños no viven solos, tienen una familia, la que muchas veces, por razones económicas, sociales o culturales termina siendo desplazada en su función esencial. Por eso necesitamos entender, también, que poner el foco en la niñez implica necesariamente también priorizar y fortalecer la familia en nuestra sociedad.
Los niños requieren de medidas integrales. Se necesita una supresión del Sename urgentemente y la creación de dos servicios especializados: uno de protección y otro que se dedique especialmente a la reinserción social de los niños infractores de ley; una ley de garantías de la niñez que impulse y proteja verdaderamente el rol de los padres en la educación de sus hijos y cuente con los recursos indispensables para resguardar los derechos de los niños.
Se precisa de un trabajo y colaboración público-privado alejado de añejas ideologías; una ley de adopción ágil y eficaz que impida que la “familia” de un niño sea el Sename; una coordinación intersectorial que priorice política y presupuestariamente a los niños más vulnerables; una inversión fuerte en programas preventivos y de reunificación familiar; un sistema de evaluación de los programas y proyectos que saque a los malos y potencie los buenos, en fin, acciones que apunten a solucionar los problemas estructurales que tenemos.
La Presidenta Bachelet tiene una gran responsabilidad, pero necesitamos de la colaboración y del compromiso de todos para que los niños dejen de ser una moda y sean los protagonistas permanentes -presentes y futuros- de nuestro país.
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