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Columna de Jeremías Israel: ¿Tu Federación te apoya?

«Primero, creo que falta una cancha para las selecciones, para que puedan entrenar en el horario más conveniente».

La frase es de Sergio Vigil, entrenador argentino que forjó la estirpe ganadora del seleccionado femenino de hockey de su país, conocido como «Las Leonas». Junto a un tremendo grupo de excelentes jugadoras, «Cachito» ganó siete títulos, incluidas la medalla de plata en Sydney 2000 y la de bronce en Atenas 2004.

Vigil hizo esa observación en nuestro país en una entrevista con El Gráfico Chile hace casi dos años, el 14 de agosto de 2014. Por entonces se concretaba el primer acercamiento entre entrenador y un grupo de entusiastas promotores del hockey nacional, incluidos algunos miembros de la Federación.

Hoy Vigil está en boca de todos: se conoció su malestar porque quienes lo pusieron a cargo de las «Diablitas», la «Roja» femenina del hockey, no cumplieron con una de sus exigencias básicas y fundamentales. «Es una condición sine qua non. Que el seleccionado chileno tenga una cancha que esté a disposición para que entrenen todo el día es fundamental», anunció en enero de este año al llegar a Chile.

Seis meses más tarde y sin mayores novedades al respecto, Vigil declaró lo siguiente a La Tercera: «Lo digo con mucho dolor; pero si la cancha no está lista, no seguiré». Así, su proyecto orientado a lograr la clasificación a Tokio 2020 puede quedarse sin continuidad.

A horas de que comiencen los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, el panorama del hockey femenino es una frustrante pero real muestra de la pobre gestión deportiva que lamentablemente abunda en Chile.

Estamos orgullosos de los deportistas que nos representarán en Brasil. Pero hay que entender que es un evento que tiene una fase generacional muy marcada, que en la vida de un deportista profesional son contadas con los dedos de una mano las oportunidades que tendrá de competir y medirse al más alto nivel en su disciplina y con los ojos del mundo encima.

Los deportistas chilenos que logran llegar y vivir esta experiencia ya son ganadores. Tener el honor de competir por tu país, vistiendo la roja, es algo que tuve la oportunidad de hacer y está dentro de mis mejores recuerdos como piloto.

Pero me quiero salir de la contingencia y entrar en las sombras, ahí donde cuesta mirar, y más aún asumir. El deporte en Chile es un hobby, en la mayoría de los casos. Hobby porque vivir del deporte es casi imposible (con excepción del fútbol). Nuestro deporte ha tenido títulos solamente gracias al talento, trabajo y sacrificio de deportistas que lograron romper el umbral del amateurismo transformándose en profesionales exitosos gracias al apoyo de sus familias y de empresas privadas, dos factores clave.

Un ejemplo, el «Chino» Ríos, en mi opinión el mejor deportista que Chile ha tenido internacionalmente. Más allá de congeniar o no con él, hay que reconocer que el tipo es un crack de verdad.

¿Qué pasa entonces con la gestión dirigencial del deporte? ¿Cuánto más mejorarían nuestros atletas y equipos si además de sus familias y sponsors contaran con federaciones decentes? Al menos, decentes.

Vigil asumió en Chile con un proyecto de largo aliento: desde enero de 2016 hacia Tokio 2020. Pero su sola presencia, los pergaminos que convencieron a los dirigentes locales, parecen no alcanzar.

¿Qué opciones puede tener el hockey femenino de Chile de lograr algo a nivel internacional, si dos años después de la primera advertencia los dirigentes no han podido ofrecerle tranquilidad a uno de los mejores entrenadores de la historia de este deporte?

Llego a este caso puntual porque como sociedad tenemos la costumbre de vestirnos de rojo y «ser chilenos» cuando nuestros representantes ganan. Con la misma facilidad, salimos a criticar y ser muy duros cuando no se logra lo esperado. Pero en la preparación, días, semanas, meses y años de trabajo sin luces, sin apoyo de Federación, de gobiernos de turno, sin una política de Estado concreta, no demostramos el mismo interés. No somos capaces de valorar la dedicación, compromiso y trabajo. Sólo medimos por resultados. Pero, ¿cómo se logran resultados?

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