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Existe un precedente en la historia de Brasil al procedimiento de destitución en curso contra la mandataria de izquierda Dilma Rousseff: el de Fernando Collor de Melo (1990-92), el primer presidente elegido por sufragio universal después de la dictadura (1965-84).
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Acusado de corrupción pasiva -se embolsó 6,5 millones de dólares en 33 meses de mandato, según una estimación de la época, Collor renunció justo antes de ser condenado por el Senado, el 30 de diciembre de 1992. La sentencia resultó en su inhabilitación política durante ocho años, aunque en 1994 su proceso por corrupción fue «archivado» por el Supremo Tribunal Federal (STF).
Cumplido su alejamiento de Brasilia, el ex presidente fue elegido senador por el estado de Alagoas (noreste) en 2006 y reelecto en 2014. Hoy, con 66 años, su nombre aparece en la lista de implicados en el escándalo de corrupción en Petrobras.
Si el motivo de la destitución era claro en el proceso de Collor, un político notoriamente enfangado en el fraude que generó un rechazo casi unánime, las acusaciones parecen más complejas en el caso de Rousseff, de 68 años.
– Otras acusaciones, otras fuerzas –
«Collor tenía la etiqueta de corrupto, Rousseff, no. Ella puede ser vista como incompetente, pero nadie piensa que se haya enriquecido personalmente», dijo a la AFP el profesor de Derecho Ivar Hartmann, de la Fundación Gentulio Vargas.
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«Además, Collor no tenía un partido fuerte para apoyarle», en tanto que Dilma Rousseff, aunque sumamente impopular, cuenta con el respaldo del PT y sus aliados. «Pese a la desbandada que estamos viendo, tiene sus apoyos», subrayó Hartmann.
«El aislamiento de Collor se sentía en las calles, donde nadie le apoyaba», precisó. La multitudinaria movilización contra el mandatario fue conducida por los ‘caras-pintadas’, jóvenes que pedían su salida con el rostro pintado de verde y amarillo.
En el caso de Rousseff, ha sido necesario instalar un muro en la explanada de los ministerios de Brasilia para separar a los defensores y detractores del proceso de impeachment. Buena parte de los artistas e intelectuales del país se oponen, además, a su destitución.
-Cómo fue la destitución de Collor de Melo-
La familia de Collor había entrado en la historia negra de Brasil en 1963, cuando su padre, Arnon de Melo, mató de tres tiros en pleno Parlamento a uno de sus colegas, quien no era el blanco de los disparos.
En diciembre de 1989 se convirtió en el primer presidente de Brasil electo por voto popular luego del fin de los gobiernos militares y el regreso de la democracia.
El escándalo estalló en mayo de 1992, con las explosivas revelaciones del hermano del propio Collor, Pedro, quien en una entrevista con la influyente revista Veja denunció un esquema de lavado de dinero y tráfico de influencias encabezado por el tesorero de la campaña del presidente.
Para ese entonces, el joven y atractivo mandatario ya había visto desplomarse su popularidad por causa de las medidas con las que infructuosamente había intentado combatir la hiperinflación que afectaba a la economía brasileña.
La creación de una Comisión Parlamentaria de Investigación generó una avalancha de denuncias contra Collor, quien fue acusado de haber financiado ilegalmente su campaña y de pagar los gastos de su residencia con el dinero de las empresas fachada de Paulo César Farias, su polémico extesorero.
Collor decidió entonces recurrir a la gente, la misma que tres años antes, con más de 35 millones de votos, lo había convertido a los 40 años en el presidente más joven de la historia brasileña. Y el 16 de agosto centenares de miles salieron a las calles, sin embargo, no lo hicieron en su apoyo,sino que marcharon de negro para demandar su salida del gobierno, encabezados por numerosos estudiantes bautizados por la prensa como los «cara-pintadas».
Una marcha del 19 de septiembre de 1992, por ejemplo, fue descrita por The New York Times como «la más grande en la historia de Brasil»: 750.000 personas que desafiaron la lluvia al grito de «¡Impeachment ya!».
Diez días después, el 29 de septiembre de 1992, la apertura de un juicio político en contra del presidente de Brasil fue aprobado por la Cámara de Diputados.Conforme a la ley, la cámara baja del parlamento brasileño procedió entonces a trasladar la acusación al Senado, que no encontró motivos para desestimarla.
Y cuando el Senado le notificó la decisión a Collor, el 2 de octubre, este quedó automáticamente suspendido del cargo de presidente de la República por 180 días.
Su puesto fue asumido temporalmente por el vicepresidente, Itamar Franco. Y Collor de Mello ya nunca regresaría al Palacio de Planalto.
En su intento por detener el juicio político, el mandatario presentó su renuncia el 29 de diciembre de 1992.
Pero eso no evitó que el Senado siguiera adelante con el proceso de impeachment, encontrándolo culpable. Y, como resultado, el ex mandatario perdió todos sus derechos políticos por ocho años.
<<Con el advenimiento de la democracia en 1985 en Brasil, las denuncias de delitos de responsabilidad contra los mandatarios han sido moneda corriente en este país.
De hecho, tanto Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y Lula (2003-2010) fueron objeto de varias denuncias durante sus respectivas gestiones que a la postre fueron desechadas.
PUB/IAM