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Columna de Joel Poblete: “Neruda”, humanizando al mito

A una década de su debut en el largometraje y definitivamente instalado en las grandes ligas del cine internacional, el realizador chileno Pablo Larraín ha tenido un año particularmente agitado, marcado por su regreso a dos de los festivales más importantes del mundo.

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En pocas semanas volverá a la competencia oficial en Venecia, donde ya estuvo en 2010 con «Post Mortem», y esta vez será con la premiere mundial de su primer filme en inglés, «Jackie», con Natalie Portman interpretando a la célebre Jacqueline Kennedy. Y en mayo pasado regresó por tercera vez a la Quincena de Realizadores, donde ya estuvo con «Tony Manero» y «No», en esta ocasión con otra ficción basada en un emblemático personaje real, este «Neruda» que al fin llega a la cartelera local.

Al igual que el filme homónimo de hace dos años dirigido por Manuel Basoalto, esta nueva producción se inspira en un episodio clave en la vida y obra del vate chileno: la persecución política que sufrió en 1948 cuando siendo senador se pronunció públicamente en contra del presidente González Videla, y debió esconderse clandestinamente en diversos lugares del país, en un periplo que terminaría inspirándolo para escribir una de sus obras más reconocidas, el «Canto General».

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Pero en la propuesta de Larraín esa es sólo la premisa inicial, ya que la trama gira tanto en torno al poeta y su fuga, como en Óscar Peluchonneau, el muy particular policía que se obsesiona con capturarlo.

Entre los mayores aciertos de la película es sin duda fundamental el guión de quien es considerado por muchos como el autor más importante de la escena local en la última década, el dramaturgo Guillermo Calderón, quien al igual que Larraín tiene este 2016 un importante aniversario, pues cumple diez años desde el debut de su notable obra «Neva», y ya colaborara con éste en «El club», co-escrito junto al propio cineasta y Daniel Villalobos.

La historia se desenvuelve a través de distintas capas que permiten abordarla desde diversos ámbitos que se complementan entre sí. Hay que entender que más que una crónica pormenorizada de lo que pasó, es una interpretación sobre hechos reales que funcionan sólo como punto de partida para una historia que entremezcla realidad, ficción e imaginario de manera inspirada y lúcida.

En este ámbito, además de la espléndida y muy lograda ambientación de época -que no se siente como simples decorados en pos del lucimiento visual, sino real y palpable-, una vez más destaca particularmente la fotografía de Sergio Armstrong, quien acompaña a Larraín en sus películas desde «Tony Manero» y en este caso aporta aún más a la atmósfera de ensueño, como enrarecida e irreal, que adquieren incluso secuencias muy cotidianas.

En la construcción de esa atmósfera también es muy importante el uso de la música en la sugestiva banda sonora, donde tienen recurrente presencia melodías desde autores como Grieg e Ives, hasta compositores aún vivos y vigentes como Penderecki y Bryars.

Una vez más también resalta acá una de las grandes cualidades del realizador: su habilidad como director de actores, lo que es aún más notorio en esta producción, que convoca a buena parte de las figuras más reconocidas de nuestro medio -con el bienvenido aporte de rostros internacionales como Gael García Bernal y Mercedes Morán-, todos en excelentes desempeños no sólo en roles protagónicos, sino además en fugaces interpretaciones secundarias, algunas incluso tan contundentes a pesar de su brevedad, como la aparición de Amparo Noguera.

Llena de pequeños detalles de observación y frecuentes matices de humor, atreviéndose a humanizar y bajar del pedestal al poeta en más de un sentido, la indagación de «Neruda» en las fronteras entre la imagen pública y privada de alguien tan rodeado de una aureola de mito como él, es tan atractiva y compleja como su mirada a las contradicciones y paradojas de la sociedad chilena, y su exploración en los recursos narrativos que a menudo tergiversan y reinterpretan la propia verdad histórica.

En muchos aspectos, este trabajo bien puede ser más redondo y fascinante que «El club», y conforma uno de los filmes más valiosos de la ascendente trayectoria de su director.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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