La chilena Mariana Callejas, una escritora que se convirtió en agente de la policía secreta de Augusto Pinochet y fue condenada por violaciones a los derechos humanos, murió en Santiago, a los 84 años, informaron sus allegados.
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Callejas, que celebraba tertulias literarias en el salón de su casa mientras en el sótano su marido torturaba a presos políticos o fabricaba gas sarín para asesinar a opositores a Pinochet, falleció en una casa de reposo en el sector santiaguino de Las Condes.
Nacida en 1932, la escritora se casó con el estadounidense Michael Townley, un agente de la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional), quien participó en el homicidio del excanciller chileno Orlando Letelier, cometido en 1976 en Washington.
Antes, en 1974, Townley fue uno de los asesinos del general Carlos Prats, un militar constitucionalista antecesor de Pinochet en la jefatura del Ejército, muerto junto a su esposa, Sofía Cuthbert, por la explosión de una bomba colocada en su automóvil en Buenos Aires, donde se había exiliado.
En este caso Townley tuvo la colaboración directa de su esposa y según declaró en el juicio el general Manuel Contreras, jefe de la Dina, fue Mariana Callejas quien accionó el control remoto de la bomba.
Por este crimen, Callejas fue condenada en 2008 a 20 años de presidio, pero la Corte Suprema le rebajó posteriormente la condena a 5 años y le concedió el beneficio de la libertad vigilada.
Callejas y su marido habitaban en Santiago en una elegante mansión en el sector de Lo Curro, que según algunas versiones fue comprada por la DINA para que sirviera a Townley de cuartel para planificar atentados en el exterior y como fábrica de armas químicas y bombas.
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En julio de 1976, en esa casa fue torturado hasta morir el diplomático español Carmelo Soria, funcionario de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Callejas, cuyo talento literario había impresionado a algunos escritores, organizaba en la casa tertulias a las que asistían figuras como Enrique Lafourcade, Carlos Franz, Gonzalo Contreras, Carlos Iturra y según testimonios, el propio Nicanor Parra en alguna ocasión.
«Nosotros éramos pendejos (jóvenes) y ella nos esperaba con unas bandejas de churrascos, cigarros, botellas de pisco. En cierto modo, había organizado el taller para ella misma, que era quien leía más y era más prolífica», recordó una vez Gonzalo Contreras.
«Yo la respeté mucho al principio porque se ganó un premio en El Mercurio con el cuento ‘¿Conoce usted a Bobby Ackermann?’, que recuerdo bastante bueno», añadió.
Carlos Franz coincidió en que Callejas «escribía buenos cuentos» y recordó las reuniones como una oportunidad que se le presentó «de conocer las trampas, los dobles fondos, y dobles personalidades que genera una dictadura».
En 1980, Mariana publicó «La noche larga», un libro de cuentos en cuyos relatos describe sesiones de tortura y la fabricación de bombas.
Ese año ganó una mención en el Premio de Novela Andrés Bello por «Los puentes» y en 1981 ganó el concurso de cuentos de la revista cultural La Bicicleta, que era de izquierda, con un jurado integrado por Jorge Edwards, Martín Cerda y Marco Antonio de la Parra, entre otros.
La decisión provocó revuelo y protestas y la revista explicó que se premió el cuento y no a la autora. Además, preciso, los concursantes se presentaron con seudónimos y por lo tanto, no se conoció la identidad de estos hasta después del fallo.
El escritor Carlos Iturra siguió siendo amigo de Callejas tras ser procesada y condenada y ha asegurado que era «una gran escritora» y que está dispuesto a encargarse de editar textos inéditos, convencido, como declaró en una entrevista publicada en 2012 por el diario La Tercera, que «después de muerta será leída con avidez».
Hasta ahora no se han informado detalles del funeral de Mariana Callejas.
PUB/CM