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Entre las aspiraciones del presidente ruso Vladimir Putin de restablecer la influencia geopolítica de Rusia, y la nostalgia de un país sin tradición democrática al periodo de «esplendor» de la URSS, se cumplen 25 años del intento de golpe de Estado contra el gobierno de Mijaíl Gorbachov.
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Gorbachov, quien se encontraba de vacaciones en Crimea, se disponía a firmar un nuevo Tratado de la Unión que reemplazara al fundacional hecho en 1922. La firma estaba programada para el 20 de agosto de 1991 como un intento de salvar al estado soviético sumido en una grave crisis política y económica. Nueve de las 15 repúblicas que formaban la URSS participaron de la creación del nuevo acuerdo que iba en línea con las políticas implementadas por el ex presidente soviético, la «perestroika» (reconstrucción, en ruso) y el «glásnost» (liberación, apertura, transparencia, en ruso). Pero un día antes, el 19 de agosto, los miembros del GKCHP (Comité Estatal de Situación de Emergencia), entre los que estaba el jefe de la KGB, el vicepresidente de la URSS, el ministro de Defensa y el jefe de gobierno de la Unión Soviética, todos parte de la cúpula del Partido Comunista soviético, intentaron dar un golpe para evitar la firma del tratado, que para ellos significaba la «desintegración».
Argumentando una enfermedad de Gorbachov, asumieron los poderes presidenciales y suprimieron las libertades cívicas. Fue el vicepresidente de la URSS Guennadi Yanáyev quien asumió como presidente «de facto». Dos divisiones de tanques de las fuerzas armadas soviéticas rodearon la sede del Parlamento, a las que se les unieron divisiones de paracaidistas. Pero Borís Yeltsin, el presidente de la RSFS de Rusia, acudió a la Plaza Roja de Moscú junto al primer ministro y al jefe del soviet supremo para oponerse a los golpistas. Finalmente, luego de un llamado público ausando de que el golpe era «reaccionario», los jefes de las divisiones de blindados se unieron a Yeltsin. La imagen del presidente de la RSFS de Rusia sobre un tanque hablándole a la multitud recorrió el mundo. El 21 de agosto, finalmente, Gorbachov pudo volver a Moscú. El golpe había sido parado y los golpistas fueron detenidos entre el 22 y el 24 de agosto.
Finalmente, las repúblicas soviéticas de Ucrania, Moldavia declararon su independencia, seguidas de las repúblicas bálticas y algunos países túrquicos, como Turkmenistán. La Unión Soviética se caía a pedazos, y moriría el 26 de diciembre de 1991, cuando el Soviet Supremo reconoció su extinción. Según un estudio publicado a principios de marzo por el Centro Ruso de Investigación y Opinión Pública VTSIOM (por sus siglas en ruso), un 24% de los rusos cree que Gorbachov destruyó «de manera consciente» una gran potencia mundial.
Nostalgia de la URSS
«La desintegración de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe del siglo XX», dijo hace algunos años el actual presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, deslizando la propia nostalgia que él siente sobre los años de la URSS. Putin, formado en la KGB y ex funcionario del gobierno de Borís Yeltsin, se anexó la península de Crimea en 2014 después de que Ucrania se revelara contra el presidente Viktor Yanukovich por sus intenciones de alinearse a los rusos y no a la UE. Esto ha sumido al país eslavo en una guerra civil contra los separatistas prorrusos apostados en el este de Ucrania, en las ciudades de Donestk y Lugansk.
Crimea había sido un «regalo» del presidente de la URSS Nikita Kruschev a Ucrania en los años 50. Pero por su posición estratégica sobre el Mar Negro, Putin la ha reclamado de vuelta. Este movimiento es apoyado por parte de la sociedad civil que extraña a la URSS: según un estudio del centro analítico Levada realizado en febrero de 2015, un 52% de la población apoyaba la anexión de Crimea. Además, es reforzado por la propaganda deslizada por el gobierno ruso, que asegura que la primera década postsoviética fue un periodo oscuro y humillante del que el país ha logrado salir desde que Putin asumiera su primer periodo presidencial en el año 2000. Ha sido él quien ha llevado a Rusia a volver a estar entre los líderes del mundo, y a mirar a la cara a Estados Unidos.
Esta intervención ha provocado movimientos militares de defensa por parte de la Otan, que lidera Estados Unidos: la alianza militar ha reforzado sus posiciones en Rumania y Polonia, instalando sendos aparatos de defensa antiaéreos y antimisiles.
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La imagen de Stalin también va al alza: según Levada, un 34% de la población cree que, a pesar de sus fallas y defectos, cree que el triunfo de la URSS en la Segunda Guerra Mundial es lo más importante hecho por Stalin y un momento de gloria máximo para la unión. «(En 1991) Había que luchar por la integridad territorial de nuestro Estado de manera más insistente, consecuente y osada, y no esconder la cabeza bajo la arena, dejando el culo al aire», ha declarado Putin sobre el trabajo de Gorbachov, culpándolo de la caída de la Unión Soviética. Una caída que tuvo como momento decisivo el 19 de agosto de 1991.
PUB/FHA