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El país con más reservas petroleras del mundo enfrenta una sequía de divisas por la caída del precio del crudo, y eso llevó al gobierno a restringir más el acceso de dólares. A menos divisas, menos importaciones, y Venezuela, un país con 30 millones de habitantes, compra casi todo lo que consume.
Simultáneamente, los precios al consumidor se dispararon al punto que hoy Venezuela tiene la inflación más alta del mundo (108,9%), muy por encima de otras economías con graves problemas inflacionistas como Irán (32% de aumento), Argentina (14%), Egipto (10%) o Brasil (9%).
Ana, Isabel y Diego, ciudadanos venezolanos, hablaron con Publimetro para contar de primera mano su situación diaria.
Isabel: “Comerse una arepa se ha convertido en un lujo”
Isabel es una caraqueña de 33 años. De una familia de cuatro hermanos, es la única que se ha quedado en Venezuela; los otros tres emigraron, una a España, otra a Chile y el otro a EEUU.
Esta comunicadora social cuenta que en el país está implantado el día de compra: según tu último número de cédula te toca un día a la semana. “A mí me tocan los jueves y los domingos para ir a comprar los productos regulados que son los que uno acá siempre consume, pero puede pasar que el día que te toca no hay ese producto o que hubo a las 7 de la mañana y a las 5 de la tarde ya no quede. Un vecino el otro día, desde las 4 de la mañana hasta las 5 de la tarde: ahí te haces una idea, además del número de personas que puede haber en la cola, la lentitud, la poca eficiencia y la desesperación de la gente”, relata.
En promedio, un venezolano pasa 35 horas por mes haciendo fila esperando hacer una compra, 13 veces más que en 2014, según la encuestadora venezolana Datanálisis
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Isabel explica que las opciones que tiene el venezolano son: “O no lo compras porque no lo hay o lo compras muy caro ya sea importado o bachaqueado, o lo traes de afuera”.
El bachaqueo es una actividad ilegal en Venezuela que consiste en revender los productos básicos por lo que millones de venezolanos hacen horas de fila a diario, pudiendo obtener 100 veces más de lo gastado.
Nueve de cada diez venezolanos ya no puede comprar suficiente comida, según un estudio realizado por la Universidad Simón Bolívar (pública). Desde que la escasez de productos subsidiados ha aumentado, la reventa también se ha vuelto rentable dentro del país, de forma que cerca del 70% de las personas que hace las colas a diario son bachaqueros, según Datanálisis.
“A veces todavía echamos broma con la situación, entre comillas, porque es muy triste lo que estamos viviendo, pero de alguna manera bromeamos con que cuando tenemos una arepa con queso amarillo, con mantequillita y pavo, decimos que es un lujo, algo que cualquier persona podía comer, ahorita es un lujo”, expresa.
También nos cuenta que la gente crea grupos de WhatsApp para hacer trueques. Por ejemplo, entre madres: “Mira ¿tú tienes pañales? Bueno yo tengo harina pan, toma yo te lo doy” y así.
“Aquí lo que vivimos es un sin vivir y realmente es muy triste pensar en lo que nos está pasando. De alguna forma uno tiene recursos pero sabemos de mucha gente que no, y es desolador ver a la gente pasando hambre y angustias”, lamenta Isabel.
Diego: “Aquí la gente está pasando hambre, hermano”
Diego es un venezolano de 33 años que vive en Valencia, al oeste de Caracas, y asegura que le va bastante bien, con dos empresas que facturan, pero exalta que su caso no es el ejemplo de la mayoría.
Nos explica la realidad que palpita en el país con frases rotundas: “La situación es como el orto si no tienes plata, y como rey con plata pero encerrado porque la inseguridad es una locura”.
La población es incapaz de acceder a la cesta básica (ver infografía-2). Por la alta inflación son necesarios 18 salarios básicos para una familia de cinco miembros. “Al cambio paralelo (no sujeto al control del Estado) que es el único que un ser común puede comprar dólares, el salario mínimo son 60 dólares, no alcanza ni para un cuarto de la cesta básica. Aquí la gente pasa hambre, hermano”, dijo Diego.
Ana: “La inseguridad es peor porque te paraliza”
Ana vive en Caracas. De 52 años, es educadora jubilada y tiene dos hijos, los cuales recientemente emigraron a Chile porque asegura que en el país “los muchachos no tienen un futuro asegurado”.
Entre las razones por las que argumenta la partida de sus hijos señala la inseguridad como la peor de todas: “Aquí los muchachos no pueden salir porque tienen muchísimo temor a ser atracados, a ser matados, porque no es sólo que te quiten las cosas materiales, sino que muchas veces le quitan la vida a las personas”.
Venezuela es percibido como el país más corrupto de Sudamérica según el índice que elabora Transparencia Internacional de todos los países del mundo, con la tasa de homicidios más alta del continente, sólo superada por Honduras.
Ana señala que “la escasez es difícil, pero la inseguridad es peor porque te paraliza, no te atreves a salir, y si salgo procuro volver para la casa a las 18:00 de la tarde porque no me gusta que me agarre la noche en la calle, me da miedo”. Cuenta que el otro día iba por la calle con su sobrina y llegaron unos motorizados y “me dijeron: nos das el teléfono o les disparo, y bueno tuvimos que darles el teléfono y si uno no lo da pues le disparan porque es así”.
En cuanto al transporte público sostiene que el metro de Caracas no funciona muy bien porque tarda demasiado y se acumula demasiada gente en los andenes: “Es como el Metro de Santiago en las horas punta, sólo que acá es así todo el día”.
En el caso de las micros, que ellos llaman “camioneticas” están fallando por la falta de repuestos, porque no se consiguen y cuando se consiguen cuestan demasiado: “Un chofer decía en una entrevista que un caucho nada más le costaba 300.000 bolívares, algo que el año pasado les costaba 30.000. Y lo mismo pasa para los carros (autos)”.
“Los venezolanos acá estamos sobreviviendo”, sostiene. “Evitamos salir para no gastar, juntarse con las amigas para tomar un café o almorzar ya no lo podemos hacer, porque no te alcanza, uno no más se restringe a comprar comida, aquello que estrictamente necesitas, porque no te alcanza, uno no puede darse un lujo, por lo que ha disminuido mucho la calidad de vida”.
“Si uno se enferma es muy difícil conseguir medicinas porque simplemente no hay. De repente recibo ayuda de mi hija para esos gastos extras, por ejemplo de tratamientos médicos. Y también recurre a sus hijos para conseguir alimentos: “Los venezolanos, cuando viajamos, no llevamos en las maletas regalos sino comida”, explica.
Rodrigo Sandoval Ducoing, jefe del Departamento de Extranjería y Migración en Chile, asegura que la migración venezolana en el país es atípica en relación a los formatos migratorios del resto de las nacionalidades, marcada por un perfil de jóvenes profesionales, con un alto nivel de alfabetización, que siente que pierden oportunidades en Venezuela.
Por otro lado, de acuerdo a su acercamiento con la comunidad venezolana en Chile, Sandoval sostiene que siente que el venezolano está en una permanente transitoriedad, llega por un tiempo acotado y con la intención de que apenas cambien las cosas en Venezuela, volver.
En ese sentido, Ana nos dice que tiene la esperanza que este año ocurra algún cambio. “Yo creo en mi país, tengo mucha fe y esperanza de que las cosas cambien para mejor, y ojalá que mis hijos puedan regresar”, sentencia.
PUB/IAM