Dantescas las imágenes que nos llegan de Italia. Sabemos de terremotos. Por lo mismo, tanto más nos golpean y emocionan. Invito a que haga una oración por las víctimas, los muertos y todo ese noble pueblo.
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Algo más lejos, pero no menos triste, fue el sismo en Myanmar, a los que también coloquemos en nuestra oración.
Los terremotos nos recuerdan cuán frágil es el planeta Tierra y cuán dependientes somos unos de otros. Las distancias se han acortado gracias a los medios de comunicación y lo que sucede al otro lado del globo repercute rápidamente en este rincón.
Nos preguntamos ¿por qué Dios hizo un mundo tan endeble, tan frágil, tan delicado? Pero la pregunta es otra: ¿cómo, a pesar de la fragilidad de la tierra, es posible la vida?
En efecto, ante cada catástrofe natural debemos recordar que la vida es un gran regalo y un enorme misterio. La vida humana es un gran milagro, una excepción absoluta a todo el universo conocido. Aún no encontramos vida similar a la nuestra por lo que somos una absoluta excepción, misteriosa y maravillosa.
La fragilidad de la Tierra, que se nos revela brutal y desafiante en volcanes, terremotos y maremotos, nos debe llevar a fortalecer los lazos de fraternidad, solidaridad y mutuo afecto. Ante cada catástrofe debe crecer nuestra conciencia de corresponsabilidad. También nos debe llevar a crecer en humildad, reconociendo nuestra dependencia del Creador.
La Iglesia de Santiago está invitando para el próximo sábado 3 de septiembre a una gran manifestación por la vida, para crecer en esa misma conciencia de amor a la vida, de agradecimiento por ella y de responsabilidad por los más débiles. Que todos nuestros esfuerzos se destinen a protegerla, cuidarla, salvarla.
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Las redes nos han inundado de fotos de rescate de víctimas del terremoto en Italia. Gestos heroicos, en que se arriesga la vida de los rescatistas con tal de salvar la de un inocente. ¿No debería ser esa la actitud constante de toda sociedad? ¿No deberíamos destinar nuestros mejores esfuerzos por hacer «todo lo posible» por salvar una vida, aunque se encuentre en una situación de casi absoluta «inviabilidad»?
Se destinaron !10 horas! y más de !50 bomberos! para sacar a una niña de entre los escombros en un pueblo italiano. Se la daba, con justa razón, por muerta. Pero pudo más la tenacidad, la convicción de que la vida de toda persona, por débil que sea, es lo prioritario. Que todo esfuerzo por salvarla se hará poco.
Las noticias nos golpean diariamente con imágenes o relatos de atropello a la vida. Pero también con ejemplos de una gran entrega y esfuerzo por salvarla. Esa debe ser la tónica y la convicción profunda que anime nuestra convivencia diaria, nuestra forma de entender la sociedad: proteger y salvar la vida desde su concepción hasta su ocaso natural. Demos un sí a la vida fuerte y convencido.
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