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«Cuando me eligieron, no me lo podía creer», exclama emocionada Afaf Hasan Rifai, una egipcia que forma parte de los afortunados que fueron seleccionados para realizar el hach, la gran peregrinación musulmana que comenzará el 9 de septiembre en Arabia Saudita.
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En el aeropuerto de El Cairo, los autobuses acercan a la terminal de salidas a mujeres y hombres de todos las edades que se dirigen a La Meca, ciudad santa del islam.
Para poder viajar allí, decenas de miles de egipcios solicitan cada año un visado, la llave que les permitiría efectuar los ritos del hach junto a más de un millón de musulmanes de todo el mundo.
Varios miles acaban en manos de las autoridades egipcias, como Rifai.
«Me puse a llorar y me postré ante Dios» cuando fui elegida, recuerda, esperando al avión con su marido, de semblante radiante.
Cerca de la pareja, un policía empuja a una anciana en silla de ruedas.
El hach es uno de los cinco pilares del islam que todo fiel debería cumplir al menos una vez en la vida si cuenta con los medios para hacerlo. Los musulmanes de todas nacionalidades y clases sociales toman el camino de La Meca desde el siglo VII, enfrentando las vicisitudes de la región y los numerosos accidentes que se han producido durante esta peregrinación a lo largo de los años.
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El año pasado, casi 2.300 fieles murieron allí en una gigantesca estampida, según cifras oficiales facilitadas por 35 países. Entre éstos, 182 egipcios fallecieron en la tragedia, la peor acaecida en veinticinco años. Las autoridades saudíes, por su parte, dieron cuenta de 769 muertos en total.
«La mayor de las alegrías»
Muy criticado por su gestión de la seguridad durante la peregrinación, el reino anunció esta semana haber tomado nuevas medidas para evitar estampidas mortales.
En cualquier caso, el drama de 2015 parece no haber disuadido a numerosos egipcios de acudir este año a Arabia Saudita, donde les espera una agenda cargada.
A su llegada a La Meca, el peregrino debe recorrer siete veces la Kaaba. Alrededor de ésta fue construida la Gran Mezquita hacia la que los musulmanes se encaran cinco veces al día para orar.
El momento culminante del hach es el día dedicado a la oración y a las invocaciones en el monte Arafat, a unos kilómetros de La Meca.
Peregrinos llegados de todos los rincones del mundo se dirigen a continuación hacia la explanada de Muzdalifa para marcar el Aid al Adha, que consiste en inmolar a un animal en memoria de Abraham. Este último, según la tradición, casi asesinó a su hijo Ismael antes de que el ángel Gabriel le propusiera, in extremis, sacrificar a un cordero en su lugar.
La peregrinación termina con nuevas vueltas alrededor de la Kaaba.
A pesar de los riesgos que comporta el hach, principalmente a causa de las amenazas yihadistas, de la multitud de personas que acude y del sofocante calor, Salem Ibrahim Rahmo, de 93 años, lo realizará este año por tercera vez.
«Mi felicidad alcanza el paroxismo», dijo entusiasmado el anciano, tocado con un turbante blanco. «Acudir [al mausoleo] del Profeta [en Medina] […] y a la Kaaba es la mayor de las alegrías».
«Todo el mundo» desea visitar las casas de Dios, efectuar la peregrinación y cumplir con sus obligaciones, defiende su hijo, Rahmo Mohammed Ibrahim, de 53 años.
Según él, todos los egipcios cumplirían con el hach si tuvieran los medios.
PUB/FHA