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Columna de Magdalena Piñera: ¡Y lograron quitarle los patines!

¿Habría sido posible la organización de la República, el ingreso de las mujeres a la Universidad, la fijación de nuestra soberanía en la Antártica o la creación de la Corfo sin la existencia del Instituto Nacional? La pregunta es válida porque en sus aulas se formaron los hombres que fueron responsables de esas tremendas obras e iniciativas: los presidentes Bulnes, Montt y Pérez; el ministro de Justicia, Miguel Luis Amunátegui; el presidente Pedro Aguirre Cerda, entre otros tantos artífices de la grandeza de nuestro país.

El Instituto Nacional no solo es un establecimiento educacional emblemático sino un trozo de nuestra historia republicana, sin el cual Chile no sería el país que conocemos. Durante sus 203 años de actividad educativa, el Instituto Nacional ha recorrido, paso a paso, casi el mismo camino que los chilenos de todos los tiempos. Fundado por José Miguel Carrera, Fray Camilo Henríquez y Manuel de Salas, entre otros próceres, entre sus docentes encontramos personajes tan importantes como Andrés Bello, Benjamín Vicuña Mackenna y Patricio Aylwin, por nombrar solo algunos.

Y aunque muchos de sus ex alumnos, egresados y profesores fueron destacados parlamentarios, artistas, médicos, abogados y economistas, el Instituto Nacional siempre tuvo sus puertas abiertas para todos los jóvenes, sin discriminar por su origen social, posición económica, credo religioso o ideas políticas. Solo importaba el compromiso de aprender con pasión, perseverancia y responsabilidad. Así, el Instituto Nacional practicó la educación de excelencia antes que se teorizara sobre este concepto. Y bajo su techo, se formaron generaciones de jóvenes provenientes de familias ricas, pobres y de clase media. De esta forma, el Instituto Nacional vivía la diversidad y la educación inclusiva antes que se reconocieran como objetivos.

Por ello resulta tan grave y triste que el Instituto Nacional haya perdido por primera vez su categoría de excelencia. Una de las razones de esta caída es la baja en los resultados de las pruebas Simce, consecuencia lógica de los prolongados paros y tomas de los últimos años. Como bien dijo la ministra de Educación “tener paralizado los colegios durante meses no es gratis, tiene un impacto en la calidad académica”. Lamentablemente, no pensaban lo mismo los dirigentes políticos y estudiantiles que desde 2011 han organizado o aplaudido un excesivo número de movilizaciones que significaron meses sin clases. Es cierto que esas movilizaciones permitieron  relevar la importancia de la educación, pero también sirvieron para que unos pocos sacaran provecho personal de su fama, mientras que la mayoría de los estudiantes solo consiguió menos educación.

Para el anterior gobierno, el Instituto Nacional representaba un modelo de educación de calidad que promovía la igualdad de oportunidades y la movilidad social. Por eso, a partir de su ejemplo, creó 60 Liceos Bicentenario a lo largo de Chile que, tal como los liceos emblemáticos de Santiago, le ofrecen la posibilidad de surgir a los jóvenes y familias que se comprometan con la educación.  Hoy paradojalmente, muchos de esos Liceos Bicentenario obtienen mejores resultados académicos que el Instituto Nacional y otros emblemáticos que sirvieron de inspiración.

La prohibición de la selección por mérito que establece la Reforma Educacional del actual Gobierno, y la incoherencia de los políticos de la Nueva Mayoría que ayer, desde la oposición, promovían o toleraban los mismos paros y tomas que hoy, en el Gobierno condenan, amenazan seriamente con quitarles los patines para siempre a los estudiantes del Instituto Nacional y de otros establecimientos emblemáticos. 

Si alguien se pregunta cuándo se jodió la educación pública de excelencia, sin duda fue cuando las autoridades se propusieron promover como ideales educativos todo lo contrario a lo que significa el Instituto Nacional: igualando hacia abajo, despreciando el valor del mérito y del esfuerzo personal, socavando el respeto a la autoridad y distorsionando el sentido de la sana competencia.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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