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Entre lágrimas, agravios y referencias a Dios, el Senado brasileño expuso sus argumentos finales antes de decidir este miércoles si destituye a Dilma Rousseff, un desenlace que todos ya dan por sentado en Brasil.
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«El impeachment es un remedio constitucional al que necesitamos recurrir cuando la situación se revela especialmente grave», señaló la abogada de la acusación, Janaina Paschoal.
«Fue Dios quien hizo que, en el mismo momento, varias personas percibieran lo que sucedía en el país», añadió esta abogada en sus argumentos para probar que la primera mujer en presidir Brasil violó la Constitución al manipular las cuentas públicas y que por eso debe dejar la presidencia.
Pero el abogado defensor de la presidenta, el exministro José Eduardo Cardozo, destacó que una destitución de Dilma Rousseff, sería «una pena de muerte política».
Tan dramático ha sido este juicio en Brasil, que durante las sesiones de este martes, tanto los abogados de la defensa como de la acusación, lloraron.
«Canallas, canallas, canallas», disparó el senador Roberto Requião, del PMDB y defensor de Dilma Rousseff, haciendo referencia al golpe de Estado contra Joao Goulart en 1964.
Combativa, serena y por momentos sonriente, la presidenta brasileña se defendió el martes durante más de 14 horas, en una sesión histórica en la que reiteró su inocencia y afirmó ser víctima de un «golpe» para reemplazarla hasta fines de 2018.
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«No acepten un golpe que en vez de solucionar, agravará la crisis brasileña», pidió Rousseff al pleno de 81 senadores, convertidos en una especie de Gran Jurado.
«Pido que voten contra el impeachment», exhortó durante la sesión que sacó a la luz todos los problemas que afectan a la sociedad brasileña: una crisis económica galopante y una corrupción endémica.
Rousseff fue suspendida de su cargo el 12 de mayo y asumió de forma interina su exvicepresidente Michel Temer. Si todo sale tal como pronosticaron los sondeos, será este político conservador, de 75 años y enemigo acérrimo de Dilma, quien se convertirá en presidente de Brasil.
Para ello, se requiere el voto de 54 senadores.
El «impeachment» probablemente cerrará cuatro ciclos en el poder del emblemático Partido de los Trabajadores (PT), referencia regional de la izquierda.
Un final trágico para esta organización nacida en los años 80 por movimientos sindicales liderados por Lula y conocido en el mundo por exitosos programas sociales que lograron a sacar a millones de la pobreza.
Y también para esta exguerrillera de 68 años, curtida de batallas, que gobierna Brasil desde 2010 y que heredó un país en pleno boom económico, motor de crecimiento en la región.
En esos años dorados, el país fue elegido para celebrar los Juegos Olímpicos de 2016 y la Copa Mundial de Fútbol de 2014.
Pero su imagen ha sufrido un fuerte desgaste a la par del deterioro de la economía, el crecimiento brutal del desempleo y la inflación.
Las revelaciones de una trama delictiva en torno a Petrobras, que le costaron a la petrolera más de 2.000 millones de dólares, fueron la gota que derramó el vaso.
Y alcanzaron al PT y a su histórico líder, el expresidente Lula, considerado su padrino político, quien también se encuentra inculpado e investigado por varios casos de corrupción y obstrucción de la justicia.
PUB/CF