En la actual moda de Disney de reciclar algunos de sus títulos animados en versiones con actores de carne y hueso, no sólo hay espacio para clásicos indiscutidos como «Cenicienta», «La bella durmiente», la reciente «El libro de la selva» y la próxima «La bella y la bestia», sino también para cintas que en su momento encantaron al público y muchos nostálgicos aún recuerdan con cariño, pero quizá no tienen mayor eco en las nuevas generaciones.
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Este es el caso de «Mi amigo el dragón», que en 1977 dirigió Don Chaffey mezclando actores reales con un bonachón dragón animado, y cuya nueva versión homónima llega ahora a los cines locales.
Aunque prescinde de los números musicales y las circunstancias y personajes difieren, en esencia la historia de este remake es la misma: un niño llamado Pete está solo en el mundo hasta que se hace amigo de un enorme dragón, e incluso los adultos deberán convencerse de que tan fantasiosa historia es realidad.
Casi cuatro décadas después, el dragón ahora es generado a través de efectos digitales que lo hacen más corpóreo, y aunque de todos modos el recurso no puede evitar que la criatura parezca artificial, la interacción con los actores funciona, sobre todo porque el pequeño Oakes Fegley, quien encarna a Pete, tiene innegable carisma, y los adultos que lo acompañan están interpretados por un buen reparto que incluye a Bryce Dallas Howard, Wes Bentley, Karl Urban (presente además en la cartelera estos días con la nueva entrega de «Star Trek») y el ya octogenario Robert Redford.
El filme es bienintencionado y posee un encanto naif, es efectivo como entretención familiar y aunque sus personajes no tienen mayor espesor y el desarrollo de la historia es muy convencional a pesar de su naturaleza fantástica, conseguirá cautivar al público infantil.
Su historia de un niño solitario que se hace amigo de una criatura a pesar de la incredulidad del mundo adulto recuerda en más de un aspecto al inolvidable «E.T.» de Spielberg, y no deja de ser curioso que coincida en salas con el más reciente trabajo del legendario realizador estadounidense, «El buen amigo gigante», también producción Disney y en la que éste reincide luego de más de tres décadas con la misma guionista de la cinta del extraterrestre, Melissa Mathison (en su último trabajo antes de fallecer el año pasado), ahora adaptando un libro infantil escrito por el popular Roald Dahl, curiosamente publicado el mismo año de estreno de «E.T.», 1982.
Y ya que en esta columna no hablamos en su momento de «El buen amigo gigante», vale la pena recomendar aún esa otra historia de un infante haciéndose amigo de una criatura fantástica, que no será una obra maestra pero tiene muchas cualidades indiscutibles.
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Adorable y llena de magia y buenas cuotas de emoción, con una entrañable química entre la niña Ruby Barnhill y el actor Mark Rylance dando vida al gigante, filmada con el aliento clásico al que Spielberg nos ha acostumbrado y con otra bella banda sonora del veterano John Wiliams, derrocha virtudes que la nueva versión de «Mi amigo el dragón», con toda su buena voluntad a cuestas, apenas alcanza a rozar.
«El príncipe inca»
En su nueva película, estrenada como parte del programa Miradoc, la periodista y realizadora Ana María Hurtado («Palestina al sur») sigue al reconocido artista Felipe Cusicanqui en un viaje a Bolivia para escarbar en sus raíces familiares, que lo conectan con la dinastía inca a través de su abuelo.
Se trata de una exploración personal que tiene matices de interés, pero cuyo atractivo dependerá de cuánto empatiza el espectador con su protagonista y su recurrente voz en off, que por momentos parece demasiado leída o declamada.
Hurtado demuestra ser una directora atenta a los detalles y que además captura muy bien la belleza del paisaje altiplánico; aunque en el camino encuentra situaciones espontáneas muy bien aprovechadas -como la fiesta anual que reúne a la familia Cusicanqui-, queda la impresión de que una historia como ésta merecía o requería más vuelo y exploración en lo interno.
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