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La batalla en torno a la salud de Hillary Clinton

Tras recibir críticas por la forma como se manejó su diagnóstico de neumonía y el conato de desmayo que sufrió durante la ceremonia en recuerdo de las víctimas del 11 de septiembre de 2001, la campaña aseguró que dará a conocer registros médicos adicionales de esta semana.

Clinton ignoró el consejo de sus médicos, que le recomendaron descansar

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Tras el malestar de Clinton el domingo durante la conmemoración de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, su médico reveló que el viernes había sido diagnosticada con neumonía.

El incidente puso de manifiesto que los estadounidenses saben pocas cosas sobre la salud de sus candidatos, comprometidos en una campaña desenfrenada desde hace más de un año y que están entre los de mayor edad en la pugna por el puesto.

Tanto demócratas como republicanos criticaron a Clinton por haberse desaparecido durante varias horas este domingo, lo que alimentó rumores sobre su estado de salud y sobre la transparencia con la que maneja información que debería ser pública.

Después de su malestar, la demócrata, que cumplirá 69 años el 26 de octubre, ignoró las preguntas sobre el tema, contentándose con decir a la prensa que estaba bien y que el día en Nueva York era «maravilloso».

Unos días antes, en Cleveland, tras tener un violento ataque de tos, bromeó diciendo que era alérgica a Donald Trump.

Su campaña afirmó que los nuevos detalles que darán a conocer mostrarán que Clinton no tiene más que neumonía.

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El lunes, Clinton dijo por teléfono a la cadena CNN que había padecido un «mareo» y que había «perdido el equilibrio durante un minuto», pero que tras beber agua y entrar a un ambiente con aire acondicionado, se sintió mejor.

La candidata demócrata minimizó su enfermedad y consideró que era mucho más transparente que su adversario republicano, Donald Trump.

El único documento oficial con alguna precisión sobre su salud, una carta de ocho párrafos de su medica personal Lisa Bardack, es de julio de 2015. Allí se señala que Clinton está en una «excelente condición física».

La médica recordó que a finales de 2012, Clinton, en ese entonces secretaria de Estado, había padecido un virus gástrico y deshidratación y después una conmoción cerebral tras haberse desvanecido. Un coágulo de sangre fue luego detectado entre el cráneo y el cerebro y tuvo visión doble durante algunas semanas.

Precisó además que Clinton sufría de alergias estacionales, de hipotiroidismo y que había padecido de trombosis venosa en 1998 y 2009, por lo cual tomaba medicamentos contra el hipotiroidismo y anticoagulantes.

Una visita de control en 2013 «mostró una resolución completa de todos los efectos de la conmoción y una disolución completa de la trombosis», añadió la doctora.

A los 70 años, el republicano Donald Trump, que se convertiría en el presidente de mayor edad si resultara electo, ha publicado hasta el momento sólo cuatro escuetos párrafos, redactados de prisa por su médico Harold Bornstein en diciembre de 2015.

– ¿Dónde poner el límite? –

«Su presión arterial y los resultados de sus exámenes de laboratorio son increíblemente excelentes. Si es elegido, puedo afirmar sin equivocaciones que Trump será el individuo con mejor salud elegido para la presidencia», afirmaba el médico, que recientemente reveló que había escrito esos «cuatro o cinco párrafos lo más rápido posible para que todos estuvieran contentos».

De ahí la insistencia de algunos para que los dos candidatos sean más precisos sobre su salud: inspirándose por ejemplo en John McCain, quien, como candidato republicano a la presidencia en 2008 y diagnosticado de un cáncer de piel, a sus 71 años, invitó a 20 periodistas a que revisaran 1.173 páginas de su historial médico.

A poco más de 50 días para la elección presidencial, «cuanto más transparentes sean sobre su salud, mejor será», estimó Robert Shapiro, experto político de la Universidad de Columbia, Nueva York, según quien, esto se puede realizar sin necesidad de «hacer todo público».

Shapiro evocó a «un grupo de médicos» que podrían, en conjunto, consultar el expediente médico del candidato y demostrar que tiene capacidad para dirigir el país. O entregar documentos a ciertos legisladores del Congreso que filtrarían esa información.

Pero dónde poner el límite: «¿qué debemos saber»?, se preguntó David Lublin, profesor de ciencias políticas de la American University de Washington.

«Hasta en Estados Unidos, donde pensamos que tenemos el derecho de saber todo de la vida personal de nuestros candidatos, la salud tiene en cierto modo un límite», dijo Lublin a la AFP.

¿Hay que informar de una enfermedad de transmisión sexual? ¿La presión arterial? Según él, los problemas sin gravedad no merecen ser divulgados y simplemente hay que tener en cuenta los problemas de salud importantes, como un cáncer, una enfermedad grave o un tumor cerebral.

Pero también admite que la cuestión es importante.

«Tuvimos un candidato, Paul Tsongas, que repetía que estaba bien de salud, pero tenía un cáncer, no habló de eso con nadie. Si él hubiera sido elegido, habría muerto durante su primer mandato», recordó Lublin.

PUB/IAM

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