Falta fijar la fecha exacta, pero la visita del papa Francisco a nuestra patria será una realidad. Se aprovecharía un viaje a Argentina, para venir a Chile, haciendo un recorrido parecido al del papa Juan Pablo II en 1987. Han pasado casi 30 años desde esa visita. Más de la mitad de los chilenos no la vivió. En buena hora que nos visite un segundo Papa luego de tantos lustros.
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El papa Francisco es el pastor universal de la Iglesia Católica, con más de mil millones de fieles en el mundo entero, casi un 20% de la población mundial. En Chile, algo más del 60% se declara católico. Creo que es bastante más, pero como somos los chilenos, nos gusta andar por la vida de independientes. Una pena que muchos católicos y cristianos no confiesen con mayor alegría y convicción su fe. En fin, tarea para el próximo censo. Y quienes no lo sean, ¡tranquilos! Somos un país tolerante y abierto a todos los credos, como debe ser.
El Papa, en su aún corto período papal, ha visitado ya los cinco continentes, empezando por los países más pobres de África y América. Ha visitado las grandes potencias mundiales: Alemania, Francia, EEUU. En este último país, junto con hablar en la ONU y visitar a la Casa Blanca, ha sido el único Papa en hablar al Congreso en pleno y uno de los pocos selectos invitados que lo ha hecho en toda la historia republicana de ese país.
El papa Francisco ha recibido a casi todos los jefes de Estado y cancilleres del mundo. Esto confirma su gran impronta y altura moral; su carácter de referente indiscutido para todos los gobiernos del orbe. En poco tiempo, se ha ganado el corazón de sectores distantes de la Iglesia Católica, como son los asiáticos, comenzando con el coloso chino. Los acercamientos al mundo ortodoxo, si bien se vienen alimentando con los papados anteriores, son mérito en gran parte de su espíritu conciliador, incansable buscador de lo bueno en los demás, de los puntos de encuentro antes que las diferencias.
Si bien es pronto para decirlo, dado que tiene muchos años por delante, el papa Francisco pasará a la historia como el gran reformador de la Iglesia, impulsor de un nuevo espíritu misionero y renovador tanto de su estructura interna como de su encuentro con el mundo. En el poco tiempo que lleva, ha sido un huracán vitalizador, lleno del Espíritu Santo, para la Iglesia y el mundo. El hombre preciso, en el momento preciso, en el lugar preciso.
Buena parte de los logros de paz en sectores en guerra, han tenido el sello del Papa. Si no ha podido estar directamente implicado, sí lo ha hecho a través de sus colaboradores, contribuyendo a que ésta sea posible.
Sus cartas, encíclicas, su palabra, son tan profundamente humanas como proféticas. La exhortación apostólica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común que es la Tierra, es una carta fundamental para el nuevo trato con el planeta en el que debe estar empeñada toda la humanidad.
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¡Venga Santo Padre! Lo esperamos con los brazos abiertos, para manifestarle nuestra gratitud, rezar juntos y agradecer con usted al Dios de la vida que nos ama y protege.
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