El debate televisado entre Hillary Clinton y Donald Trump reveló algo del codificado lenguaje del candidato republicano. El eslogan de su campaña es: “Hacer que América vuelva a ser grande”. Sus adversarios demócratas, encabezados por el Presidente Barack Obama, responden que está equivocado pues Estados Unidos nunca ha perdido su grandeza.
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Pero Trump no alude solo al poder económico y militar. Su llamado es a restaurar valores y jerarquías que, a su juicio, se han erosionado. En esta cruzada ha captado a millones de compatriotas que sienten que la globalización los ha perjudicado. Estados Unidos ha sufrido una sangría industrial. En los últimos quince años, han cerrado decenas de miles de empresas con la pérdida de más de cinco millones de empleos, especialmente en el sector manufacturero mejor remunerado.
Los cambios económicos resultantes por la globalización tienen su correlato social. La clase obrera blanca y una clase media declinante se sienten desplazadas por lo que los norteamericanos denominan las minorías: latinos, afroamericanos, asiáticos e incluso las mujeres. Este conglomerado ya conforma la mayoría de los integrantes de las fuerzas armadas.
La inmigración es percibida por muchos de los seguidores de Trump como una amenaza directa a la identidad del país. Ya hace algunos años el cientista político estadounidense Samuel Huntington aportaba un dato: en el país nacen más niños que llevan por nombre José que el tradicional Joe.
El eslogan trumpista es entendido por muchos como un llamado, apenas velado, a que “América vuelva ser blanca y masculina”. Trump pasó bastante tiempo alimentando el rumor que Obama no había nacido en Estados Unidos. Con ello apuntaba a descalificar al primer presidente afroamericano del país. Finalmente, luego que el mandatario, hace pocos días presentó su certificado de nacimiento, admitió que había nacido en el país.
El tema racial estuvo presente en el debate a propósito de las numerosas muertes de ciudadanos negros a manos de la policía. Clinton respondió que era necesario dar mejor instrucción a los policías e invertir en el desarrollo de relaciones más armoniosas entre los hombres de azul y las comunidades.
Trump encasilló los hechos, lamentables, señaló, como parte de una política de “ley y orden”. Éste es un concepto que pone el acento en la protección de la autoridad frente a aquellos que vulneran las normas. Varios estudios señalan que la impunidad frente a los abusos de poder induce a que proliferen.
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En todo caso, en materia de bajezas y eufemismos, el premio ha de llevárselo Ted Cruz, ex adversario republicano, que se mofó de Trump diciendo que tenía manos pequeñas, un alcance velado a sus genitales. El aludido acusó el golpe y respondió: “Mis dedos son largos y hermosos, como ha sido bien establecido con varias otras partes de mi cuerpo”.
Todavía restan debates, antes de las elecciones del 8 noviembre, para aprender a decodificar el léxico político estadounidense.
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