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Lo primero que aprendí en periodismo es que la noticia ocurre cuando un hombre muerde a un perro y no al revés. En esa lógica, es normal que una empresa sea socialmente responsable y sostenible. Lo sorpresivo es que no lo sea, pero parece que se nos olvidó. ¿Por qué?
Los chilenos hemos demostrado tener una fortaleza respecto de otros países en lo que se refiere a solidaridad, pero solidario de verdad. Ocurre un desastre natural y de inmediato llegan manos para reconstruir. Y las empresas –en general– estaban alineadas con ese Chile solidario que ayudaba desinteresadamente y sin esperar marketing a cambio. Pero durante la década de los ochenta este vínculo entre sociedad-empresa se trizó.
No todos, pero muchos empresarios se enceguecieron con ganar más y más dinero, con enriquecerse a costa del medioambiente, de pagar tarde a proveedores y de hacer lo que sea con tal de acumular riqueza. Esa deformación de ver la vida fue en aumento e incluso traspasó la barrera de lo material y se filtró en la ética, la moral y la dignidad de los chilenos. Por eso hoy estamos como estamos.
Tal fue el corrosivo avance del existismo material que de algún modo u otro nos acostumbramos al color gris en todos sus matices: nos pareció normal ser menos alegres, estar más endeudados, con mayor brecha de desigualdad en cuestiones básicas como educación, salud, y con menores oportunidades para saltar de un quintil inferior a otro superior.
Pero hubo un punto de inflexión que comenzó a frenar esa locura por el dinero sin atender los efectos colaterales, y ocurrió cuando nos llamaron “Jaguares de América” al mismo tiempo que un chileno hacía noticia vendiendo maní tostado en Nueva York: parte del exitismo se volcó hacia el emprendimiento. Luego el regreso a una conciencia más social se consolidó cuando nos dijeron que aquí estaba el “Chilecon Valley”, la copia feliz del edén tecnológico en EE.UU. llamado Silicon Valley. ¡En Chile! ¡Un país donde aún el cobre es su sueldo!
Esos golpes sacudieron el gris y nos conectaron con las raíces, con esos sueños que podemos materializar en armonía con la sociedad y con el medioambiente. Con las ideas de negocio naturalmente responsables, sostenibles y sociales (a todo esto, gracias Gary Medel por regalarnos la palabra “chispeza” para redefinirnos como sociedad, como emprendedores y como innovadores).
Por eso ser una empresa social que hace bien lo que tiene que hacer es lo que corresponde. Punto. Es algo normal por mucho que quieran mostrarlo como algo “innovador”. Ser un innovador social no está de moda. Más bien el ser una empresa gris, fría y con meros objetivos comerciales es la moda que por fin se acaba para dar espacio a modelos de negocio impulsado por los emprendedores que no necesitan gritarle al mundo que son sociales. Nosotros somos los normales y es el resto el que va en retirada.
Leo Meyer
Periodista, fundador de DiarioPyme.com
y creador de la comunidad InnovaRock.cl