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El ministro de Medio Ambiente Pablo Badenier dio a conocer esta jornada el plan de descontaminación atmosférica para reducir en un 60% las emisiones con medidas como la restricción a la circulación de vehículos catalíticos y la prohibición de usar leña.
Con siete millones de habitantes encajonados entre varios cerros y montañas, la capital chilena sufre de altos niveles de polución por una nefasta combinación de factores geográficos, climáticos y medidas que hasta ahora no habían surgido mayores efectos.
La contaminación se hace especialmente evidente durante los meses del invierno austral, cuando una densa nube de smog cubre gran parte de la ciudad, especialmente en las zonas más bajas, donde se asientan los sectores más pobres de la urbe.
Los habitantes de esa zonas resienten con mayor fuerza los efectos de la contaminación causante de unas 4.000 muertes anuales.
El plan ‘Santiago Respira’, valorado en 1.000 millones de dólares en aporte público y privado en una década, pretende bajar en 60% los niveles de material particulado fino o con un tamaño menor a los 2,5 micrones, lo suficientemente pequeño como para penetrar en las vías respiratorias, afectando a la salud de las personas.
«Es un plan que nos permitirá dar un paso sustantivo en la descontaminación de Santiago», una de las ciudades con mayor polución de América Latina, dijo Badenier al anunciar las nuevas medidas en una rueda de prensa.
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El programa impone la restricción permanente para la circulación en Santiago de autos catalíticos fabricados antes de 2012 entre los meses de mayo y agosto, sacando de circulación por cuatro meses a cerca de 200.000 automóviles diariamente.
El plan prohíbe, además, el uso durante todo el año de leña, que usan principalmente como calefacción los hogares de comunas ricas de la ciudad, ubicadas en los sectores altos y que son los que menores niveles de contaminación registran.
«Son 119.000 hogares que generan un tercio de la contaminación», resaltó el Intendente Metropolitano Claudio Orrego.
Nube de smog
Con siete millones de habitantes y una geografía que dificulta la ventilación, Santiago lucha desde hace décadas por bajar sus niveles de polución que se agravan en los meses de invierno.
En esa época, los más de 1,9 millones de vehículos que circulan por la ciudad –que emiten un 40% de las partículas- sumados a las bajas temperaturas configuran un efecto térmico que impide la disipación de los contaminantes.
Como efecto inmediato, la nube de smog obstaculiza la visión, provoca una sensación de sequedad en la garganta y picazón en los ojos, mientras que a largo plazo incrementa el riesgo de accidentes cerebro-vasculares, enfermedades del corazón, cáncer de pulmón y las enfermedades respiratorias agudas y crónicas, como el asma y la obstrucción pulmonar.
Si bien se logró reducir en un 68% los niveles de polución de material participado fino desde 1990 a 2015, aún hay cerca de 50 episodios críticos de contaminación durante el año.
El programa lanzado este martes impone además mejores estándares de emisión de contaminantes a la flota de buses del transporte público, prohíbe el ingreso de camiones a la zona central de la ciudad y entregará incentivos para la renovación de vehículos livianos de bajas emisiones.
A nivel industrial, se impuso una meta de reducción del 30% de las emisiones a los grandes establecimientos industriales asentados en la ciudad y la prohibición de quemas agrícolas en episodios de emergencia ambiental.