La democracia es una maravilla. No podemos dejar de agradecer tener un sistema libre, respetuoso de la voluntad de los ciudadanos, en que nos hemos puesto de acuerdo en elegir a nuestras autoridades cada cuatro años.
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Conocimos y vivimos muchos años en que no fue posible. Años oscuros que no se pueden repetir. En muchos países lamentablemente no es posible y, si lo es, es tan irregular y turbia que es como si no existiera. Cuidemos y valoremos la democracia. El día de elecciones, me hago el tiempo y voy a votar con ganas. Es una fiesta.
Aprovecho de agradecer y animar a quienes se han presentado como candidatos a alcalde o concejales. Ello supone tiempo, renuncias, recursos y pasar más de una rabia o desengaño ¡No se desanimen! El servicio público enaltece. Más si se trata de sus municipios en los que, sin excepción, hay mucho que hacer.
Las elecciones municipales son la democracia en su estado puro: directa, simple, sin intermediarios. Un ciudadano, un voto. Salen los candidatos más votados. Sin merodeos ni letra chica.
Las autoridades municipales son nuestros representantes públicos más directos, los que deciden sobre la calidad de vida que llevamos en nuestros barrios, cuadras, espacios públicos. Soy de la idea de que deberían tener más prerrogativas y poderes. El centralismo chileno es una lacra que inhibe el trabajo municipal o, peor, se vuelve una excusa para que muchas municipalidades no hagan bien su pega.
El voto es la nota que les ponemos a las autoridades actuales y la forma en que elegimos a las futuras. Es la evaluación por una buena o mala gestión, por su desempeño en estos cuatro años ¿Está disconforme con su actual alcalde y administración? Vote por otro ¿Está de acuerdo con su gestión? Reelíjalo. Así de simple. Una cruz en el papel hace una gran diferencia.
Los malos gobiernos -y alcaldes o concejales en este caso- son producto de quienes ¡no votan! Por lo que si no va a votar, no se queje después de las malas autoridades que tiene.
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La democracia se perfecciona con la participación periódica en ella, no por criticarla constantemente o hacerla objeto de mofa.
La abstención es en buena parte responsable de que tengamos malos políticos. La forma de cambiar el sistema es participando, no absteniéndose.
Los cristianos tenemos una especial responsabilidad en la elección de autoridades. Muchos católicos, animados por su fe, se han presentado a candidatos en distintas instancias. El cambio a una sociedad más justa, integrada, unida, donde haya espacio para todos, pasa por la participación ciudadana en las elecciones. Entre más participemos, tanto mejor será nuestra democracia. El escrutinio público y elecciones periódicas son, además, el mejor antídoto contra la corrupción.
Mañana sábado miles de jóvenes peregrinarán al Santuario de Teresita de los Andes. Un signo de fe viva, juvenil, alegre. Es el Chile que soñamos. Peregrinarán espiritualmente con ellos miles de familias, niños y ancianos. Que sean semilla de renovada fe y solidaridad.
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