Muchas veces dijimos desde esta tribuna que la mayoría de los chilenos no quería más retroexcavadora, ni vivir la aventura, sueño o más bien pesadilla de construir un país nuevo a partir de cero. Tal vez ese relato refundacional tiene sentido en un país sumido en una crisis terminal o profundamente descontento con su presente, pero aunque la izquierda radical crea que esa es la realidad de Chile, no es lo que piensa la ciudadanía, tal como lo reflejaron las encuestas y como lo demostró el contundente triunfo de Chile Vamos a lo largo del país.
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Sin embargo, lo anterior no es la única explicación de la derrota de la Nueva Mayoría. Conocí el admirable trabajo en terreno de muchos candidatos de Chile Vamos que durante meses, día tras día, recorrieron los barrios de sus comunas para presentar sus propuestas y dialogar con los vecinos. Y aunque algunos de ellos no pudieron ganar la elección, quiero felicitarlos de corazón a todos porque sé que dejaron los pies y el alma en la calle y por tanto confío que su compromiso y ganas de servir a la comunidad sean reconocidos por esos mismos vecinos en un futuro próximo.
Quiero felicitar también por sus muy merecidos triunfos a los 144 alcaldes electos de Chile Vamos, así como a sus concejales, todos quienes hoy están protagonizando el comienzo del histórico cambio que está pidiendo Chile. Un cambio que sólo será posible si los líderes de Chile Vamos continúan trabajando unidos y anteponiendo el bien del país por sobre los caudillismos personalistas e intereses de grupo. Muchos de los nuevos alcaldes y concejales formaron parte del gobierno anterior por lo que su elección también representa un reconocimiento a la gestión realizada por esa administración.
Con respecto a la abstención es importante decir que ella no apareció de la noche a la mañana sino que es un fenómeno que estaba latente y oculto cuando el voto era obligatorio y estaban fuera del padrón electoral más de 5 millones de compatriotas. La inscripción automática y el voto voluntario visibilizaron una preocupante disminución en la participación, la cual no aumentará restableciendo el voto obligatorio sino cuando la ciudadanía recobre el respeto y la confianza por sus representantes e instituciones. Y ello sólo ocurrirá después de una profunda autocrítica al interior de nuestro sistema político, autocrítica que no todos tuvieron el domingo pasado en la noche cuando algunos intentaron culpar de las derrotas a la abstención, las peleas internas de las coaliciones e incluso a los vocales.
Con todo, la voluntad expresada por la mayoría es clara: los chilenos prefieren volver a avanzar por el camino de consensos que logró disminuir la pobreza y la desigualdad, y aumentar las oportunidades de trabajo y educación que insistir en modelos ideológicos fracasados, en retroexcavadoras y en las intenciones de quitar los patines a nuestra esforzada clase media. ¡Lo bueno es que vienen tiempos mejores!
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