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Francia comenzó a desmantelar la mañana de este lunes la «Jungla» de Calais, inmenso campamento donde se hacinan miles de migrantes, con lo que espera cerrar la página de este símbolo de la crisis migratoria que afecta a Europa.
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Cientos de sudaneses y eritreos, principalmente hombres, se presentaron temprano por la mañana con valijas y bolsos delante del hangar utilizado como base de las operaciones.
Allí, comenzaron a abordar los autobuses que los llevarán a los 451 centros de acogida repartidos en todo el territorio francés.
Un primer autobús, con 50 sudaneses a bordo, partió menos de una hora después del inicio oficial del operativo hacia la región de Borgoña (centro).
En total, entre 6.000 y 8.000 migrantes serán evacuados en un operativo que durará toda la semana. Unos 1.250 policías fueron movilizados para garantizar el buen desarrollo de la operación.
Primero en la fila, Bashir, un sudanés de 25 años, afirma que «cualquier lugar de Francia» será mejor que Calais.
Al contrario, Mohamed, un etíope, mira escéptico la fila que comienza a formarse. «Soy menor, quiero ir a Reino Unido, no me interesa subir a los autobuses», explica, antes de dar media vuelta.
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Hombres, mujeres y niños conviven desde hace meses en este campamento de chabolas, el más grande de Francia, habitado mayoritariamente por migrantes llegados de Afganistán, Sudán o Eritrea que sueñan con cruzar a Reino Unido.
El gobierno francés anunció a fines de septiembre el desmantelamiento de este campamento que, con la inseguridad y la exasperación que genera entre la población local, se ha convertido en un absceso que envenena el debate en Francia en torno a la inmigración a seis meses de las elecciones presidenciales.
Simboliza también la impotencia de Europa frente a la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades comenzaron a repartir el domingo folletos impresos en varias lenguas para explicar el operativo, presentado como «humanitario», y tratar de convencer a los más reticentes.
«Quedan personas por convencer», admitió Didier Leschi, director general de la Oficina francesa de Inmigración.
Como Karhazi, un afgano que lamentaba que lo obligaran a irse. «Tendrán que forzarnos para partir. Queremos ir a Reino Unido», insistió.
Varios migrantes abandonaron el campamento los últimos días para no alejarse de la región y seguir intentando cruzar el canal de la Mancha, según los voluntarios.
Las excavadoras comenzarán a derribar el martes las carpas y chozas que daban cobijo a los migrantes.
Una operación delicada
Algunos pueblos franceses han expresaron su desacuerdo con el plan de repartición impuesto por el ejecutivo, y varios miembros de la oposición de derecha aludieron al riesgo de crear varios «mini-Calais» en todo el país.
«Acoger en estas localidades a 30, 40 personas (…) me parece lo mínimo», respondió el domingo el ministro de la Ciudad, Patrick Kanner, exigiendo «respeto» y «humanidad» para estos migrantes, de los cuales muchos huyen de guerras y conflictos en sus países.
Además de su compleja logística, la operación se anuncia delicada desde el punto de vista de la seguridad.
La noche del domingo se produjeron algunos enfrentamientos cerca del campamento. Para afrontarlos, la policía lanzó gases lacrimógenos.
El desmantelamiento del campamento ha permitido desbloquear la situación de una parte de los 1.300 menores no acompañados que viven en la llamada «Jungla» de Calais.
El gobierno británico aceleró finalmente los procedimientos de acogida para estos niños o adolescentes, de los cuales unos 500 tienen familiares en Reino Unido.
Reino Unido acogió la semana pasada a 194 menores, según Pierre Henry, director general de la oenegé France Terre d’Asile (EDA).
Más de un millón de personas que huyen de la guerra y la pobreza en África y Medio Oriente llegaron a Europa en 2015, sembrando divisiones entre los 28 países de la Unión Europea (EU) y alimentando el ascenso de los partidos de extrema derecha.
PUB/NL